Como por consejo de asesor han decidido no presentar ningún proyecto económico, habrá que hacer de cuenta que las ponencias de Espert, Broda y Melconian en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción son el único rastro, la única pista con la que contamos para dilucidar algo de lo que están pensando sobre la economía, por lo que no sería descaminado hacer de cuenta también que esa reunión semiprivada fue una reunión pública con el objeto de dar a conocer cómo piensa el equipo económico del macrismo y por qué lo deberíamos votar. Que no podamos recurrir al Pro para saber cómo piensa el Pro solo es parte de la época; hoy no solo la derecha ya no cree en la división derecha- izquierda, y los neoliberales se ven a sí mismos como liberales, sino que hay un intento de dejar de considerar a la política como tal con el fin de presentarla como gestión- y la gestión es racional y esa racionalidad es más o menos compartida por todos los analistas de buen fundamento; lo que evidencia, por supuesto, que la ideología es de los otros, y que son ellos- los gestores- los únicos que no tienen ideología, ya que la ideología es irracional y ellos representan el sentido común; y por sentido común también se debe entender una razón suprema, por lo que los políticos solo deben limitarse a gestionar, o en su defecto, a buscar quien les gestione y nada más: se trata por supuesto de ideologías reforzadas, y hay que entender en esta naturalización de la ideología un enorme y peligroso acto autoritario- tan brutal en sus fundamentos como inofensivo en su imagen- expresado en la frase de Melconian: "aquí no hay ideología, aquí hay capitalismo, aquí hay sentido común y aquí hay reglas de juego".
Como los tiempos han cambiado, hoy algunos partidos políticos ya no pueden lucir sus economistas como en otras épocas, hoy tienen que esconderlos, ocultarlos, solapar un poco sus ideas, y si fuera posible, negarlos un poco, oscurecerlos, aunque se trate de economistas reconocidos, todos doctores con una larga reputación de la que sin embargo ya no se ocupa la sociedad civil, que ha dejado de percibir garantías en el conocimiento académico como lo hacía en otras épocas; pero quizás esté tan naturalizado el ocultamiento del macrismo detrás de falsas banderas, y sea tan fácil de entender, que no pensemos que sea importante intentar entender también la otra cara de la moneda y es por qué estos economistas se prestan al juego, y qué lejos quedó la época en que los economistas defendían a capa y espada sus ideas y sus locuras, diciendo lo que había que hacer con todas las letras y en todos los medios, muy lejos de la inquietante timidez (matizada de soberbia compulsiva, hay que decirlo) de algunos economistas de hoy, que juegan el papel de los incomprendidos, los que no pueden decir lo que piensan porque la sociedad no está preparada.
Que Melconian sea el único economista orgánico del Pro, que los demás sean asesores, que incluso Espert reniegue de la política y de los políticos y diga que no pertenece a ninguna corriente, no invalida que se pueda ver un conjunto en las ideas, no tanto porque se presenten juntos sino porque las diferencias sutiles en los discursos no son lo suficientemente evidentes para, de ser conocidas, generar una repercusión pública de distinto tenor; puede que si les tocara gobernar tuvieran algunas diferencias, pero en lo que respecta a la opinión pública no habría diferencias sustanciales, la reacción sería la misma, así que es conveniente ir a la cuestión central, que a mi modo de ver, no es tanto la que dicen, como la que suponen (e incluso dicen en otras ocasiones) al pasar: debido a que la sociedad argentina está enferma de populismo no es posible decirle la verdad sin generar una reacción negativa (sin que no nos voten), por lo que, dado que la sociedad argentina no puede hacer valer su razón, ya que se trata de una razón enferma, es necesario engañar al pueblo para evitar que el pueblo se autoengañe a sí mismo con falsas ilusiones de carácter patológico, digamos, por ejemplo, la inclusión social, el pleno empleo, el aumento del gasto público, entonces, resumiendo: es necesario engañar al pueblo para que el pueblo no se autoengañe. Y con esto arribamos a una diferencia sutil con la factoría Duran Barba que diría que es necesario engañar al pueblo solo para llegar al poder, lo cual no es tan sencillo de ver como reflejo de alguna ideología en particular, y parece ser un poco más elemental; en tanto que engañar al pueblo para que ese pueblo no se autoengañe, y por supuesto, con las mejores intenciones, no puede dejar de pensarse como una ideología interesante de señalar ya que tratar al pueblo como a un enfermo al que no hay que decirle lo que tiene ni explicarle cual va a ser su cura, presupone echar por la borda todos los ideales liberales al suponer un sujeto sin libertad, sin capacidad de decisión, y sin racionalidad, y evidentemente en esto hay una verdad y un sentido común que presupone lo conveniente de esa táctica y ambos, tanto la verdad como el sentido común, son una construcción ideológica; en lo que respecta a lo conveniente, son estrictamente ideológicos y como tales, siempre algo difíciles de vislumbrar y retener un tiempo en la lupa. Y con lo que intenta ser invisible, lo que no quiere mostrarse, siempre tenemos la opción de un deber: Visibilizarlo.
Ya que el macrismo se presenta como no ideológico y no creo que sea prudente juzgarlo sin saber que piensan ellos de sí mismos, y dado que sobre eso no pueden hablar por consejo de asesor, para acercarnos, deberíamos saber al menos qué piensan estos economistas de sí mismos? Por supuesto, que son liberales, pero ¿lo son realmente? ¿De qué hablamos cuando hablamos de liberales?
[Fragmento de la nota "De qué hablamos cuando hablamos de liberales y otras cuestiones (1)", cuyo texto completo puede leerse en el blog Un Largo, clickeando acá]