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En todas partes se canta "a volver, a volver, vamos a volver"

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por Oscar Cuervo

Decía en un post anterior que este es un momento inédito en la historia argentina contemporánea, porque apenas pasaron diez días desde que Cristina dejó la presidencia al macrismo y en ese breve lapso se produjeron ya varias movilizaciones masivas contra el nuevo gobierno. La mayoría de ellas fueron autoconvocadas desde grupos no encuadrados en ninguna fuerza política, pero claramente identificados con el kirchnerismo. 

Quizás la más sorprendente de todas sea la que se hizo ayer a la tarde en Parque Centenario. El grupo de facebook "Resistiendo con aguante", que ya cuenta con medio millón de miembros y no para de crecer, hizo una invitación a través de Gabriela Cerruti al ex ministro de economía Axel Kicillof para que dé una charla sobre las medidas económicas del nuevo gobierno. La convocatoria no apareció en la televisión estatal ni en la privada, no hubo carteles callejeros ni publicidad radial. Pero, de pronto, el pequeño escenario montado en el parque a la espera de algunos cientos de vecinos se vio desbordado por la asistencia de miles de personas, en un acto más grande que cualquiera de los hechos durante la campaña electoral. El encuentro resulta tanto más sorprendente porque no se tiene memoria de que el Ministro de Economía de un gobierno saliente pueda verse rodeado de multitudes que lo ovacionan a poco de dejar su cargo, mientras todos grandes los medios, estatales y privados, descargan contra Kicillof y Cristina una violenta campaña de difamación y disculpan las tropelías del nuevo gobierno con un agobiante cepo comunicacional.


Estos actos, contra la idea que trata de sembrar la prensa derechista, no son convocados desde la militancia convencional. Hay miles de personas no encuadradas que se dieron de manera espontánea su propia articulación a través de las redes sociales, cuando aún no se había hecho la segunda vuelta que dio como ganador a Macri. La primera de esas asambleas autoconvocadas se hizo precisamente en Parque Centenario una semana después de la primera vuelta. Esa energía quedó activada incluso tras conocerse la derrota de Scioli. No se produjo la temida (o anhelada, según quién lo vea) disgregación que sobreviene a las derrotas. Ello explica que Cristina se retirara del gobierno con uno de los actos más grandes de los doce años kirchneristas, así como también que desde la asunción del gobierno conservador los actos opositores se repitieran con tan pocos días de intervalo. Esta vitalidad del kirchnerimo en la oposición no estaba en los papeles de nadie, ni en los del macrismo, ni en los de los medios que lo cobijan y tratan de imponer un enrarecido clima de "no conflicto" y una forzada y antigua idea de luna de miel que no se está verificando. La "minorza intensa" kirchnerista no parece acatar esa supuesta tregua que permita a Macri arrasar con todo. Y las minorías intensas suelen ser el núcleo aglutinador de futuras mayorías. Sobre todo cuando el triunfo del macrismo se dio por márgenes tan exiguos.

El carácter novedoso de las movilizaciones desorientó a buena parte de la dirigencia del propio FPV. Por ejemplo, en los primeros días Scioli pareció concluir que no convenía salir a criticar con la dureza merecida el atropello de Macri al designar por decreto a dos jueces de la Corte porque, según el manual del político medroso, "nunca conviene criticar a un presidente que acaba de ganar y goza del favor de las encuestas". Quizás se trate del estilo que llevó a Scioli a perder, precisamente, contra el inescrupuloso Macri. Algunos militantes que ponen la organicidad por sobre toda otra consideración política miraron con recelo la informalidad de estas convocatorias imprevistas. ¿Había acaso que resolver primero las cuestiones internas de los bloques del FPV, gastar energía en las pujas por el realineamiento de diputados y senadores? ¿Mirar con temor y desconfianza a los caudillos provinciales, mientras Macri en pocos días calurosos se lleva puestos al Congreso y a la Corte?

Artemio López, desde otra perspectiva, se impacientaba por temor a que esta energía de los autoconvocados se disipara por ausencia de liderazgos y articulación política. Escribía hace pocos días en Perfil:

"El lunes pasado nuevamente, replicando el último tercio de la congelada campaña del FpV, la ciudadanía autoconvocada protagonizó una marcha en Plaza de Mayo en defensa de la Ley de Medios que –insistimos–como durante el tramo final de la campaña del entonces oficialismo, no tuvo ningún correlato dirigencial, ausencia que puntualmente es menos grave que el síntoma que la nueva autoconvocatoria (¿y van?) pone en acto: energía social, sin soporte institucional robusto.

"En el mediano plazo, lo sabemos, esa energía espontánea, librada a su suerte, se frustra y decae hasta desaparecer y una de las visiones profundas de la restauración conservadora supone despolitizar al límite los comportamientos sociales. En efecto el macrismo juega buena parte de su perspectiva de gobierno sostenido en la certeza de que “ a la gente no le interesa la política, que sólo impacta sobre una minoría intensa, pero ínfima”."

Algo de razón podía tener, pero había que darle tiempo al tiempo. Puede ser que estuviera un poco impaciente, solo hacía falta que la masa de autoconvocados se abriera camino hacia algunos dirigentes respetados (o a la inversa, o que el movimiento fuera recíproco). Y eso es lo que pasó entre el acto del jueves en el Congreso, convocado por el bloque de diputados del FPV, con decenas de miles de asistentes, entre militantes y espontáneos, y la aún más sorprendente movilización de ayer a la tarde en el Parque, donde Kicillof empezó a mostrar su capacidad de movilización y contacto con las multitudes desde el llano. 

Por supuesto, no faltan los que desde un peronismo más ortodoxo, desdeñan estas expresiones porque no responden al esquema clásico (y relativamente anticuado) de la conflictividad social conducida por las dirigencia sindicales, como si la clase obrera estuviera condenada a defenderse aisladamente, sin el acompañamiento de ningún sector de las clases medias, y a merced de dirigentes gremiales que son capaces de negociar con Macri por el manejo de la plata de las obras sociales. ¿Es más válida una protesta en reclamo de un bono de fin de año que otra en defensa de la Ley de Medios o contra el avasallamiento al Poder Judicial o al Ministerio Público? Se trata de un dilema sofístico. No hay que esperar que Moyano se decida a sacarle alguna tajada al gobierno para empezar a oponerse a Macri.


Los avances del macrismo en el Poder Judicial, el intento de barrer con instituciones o legislación por la vía de los decretos, la bruta devaluación presentada como "liberación del cepo" no son hechos aislados. Para que una cruel transferencia de ingresos en favor de los más ricos se efectúe en perjuicio de los trabajadores y desposeídos es necesario que el gobierno cuente con los instrumentos judiciales y mediáticos que dejen a la población aislada e inerme. Así es como avanza la derecha. Enaltecer la pelea por el bono de fin de año y desdeñar otros motivos de movilización contra esta avanzada parece naturalizar una noción vandorista de la lucha económica. La movilización de mañana de la CTA a Plaza de Mayo es muy necesaria, pero para nada excluyente de todo otro motivo de recomposición y articulación de un frente opositor plural, que vincule los reclamos y no los oponga. Los que se dejan encandilar por la necesaria pero no suficiente lucha sindical clásica no ven que para las clases dominantes es más fácil enfrentar y neutralizar un reclamo salarial cuando está desprovisto de articulación política. 

Acá va un tramo del discurso de Kicillof:

"Lo que yo me pregunto es si en estos días en que se han anunciado tantas medidas, si no se habrán olvidado, si lo habrán dejado para después, pero ¿cuándo el gobierno de Macri va a anunciar alguna medida a favor del pueblo? ¿Cuándo? Porque ninguna de las medidas que se han anunciado tienen ese carácter. Esperamos estar equivocados y que esto no sea lo que parece ser por todos los indicios, un plan de ajuste del FMI. Así que lo mejor es que recapacite y cambie la dirección que le impuso a su gobierno, esperamos que estos sean algunos errores que va a retrotraer y echar para atrás. Pero hoy a la mañana yo decía: ¿vieron esos chistes del colmo, el colmo del bombero, etc.? ¿no es el colmo que haya puesto en Aerolíneas a gente de Lan, en YPF a gente de Shell? ¿no es el colmo que haya puesto en el Banco Central de la República Argentina a gente que viene de JP Morgan? ¿No es el colmo que asesores del FMI estén en las oficinas de gobierno? ¿No es el colmo que en el Ministerio de Trabajo haya funcionarios de Techint? ¿No es el colmo que en Inercargo haya puesto también gente del grupo Techint? ¿Gente de Confederaciones Rurales Argentinas en el Ministerio de Agricultura? 

"Por eso digo, tenemos solo algunos indicios de que quieren un país manejado por sus propios dueños, que estén de los dos lados del mostrador [del sector privado y del Estado]. Pensábamos que el Estado, por ser manejado a través del voto popular, tenía que ponerse al servicio de las mayorías y no de las corporaciones. Porque mucho tiempo, desde aquella noche neoliberal que se inició en la dictadura militar, tuvimos un estado al servicio de los grupos concentrados, de las grandes corporaciones, de los intereses extranjeros. Y ahora pareciera que se está avanzando con las privatizaciones (espero equivocarme), pero por otros medios, entregándole el patrimonio estatal a aquellos que representan al sector privado... ¡Así no hacen falta privatizaciones!

"Hay que darles tiempo también, ¿saben por qué? Porque el nuestro es un movimiento democrático, profundamente democrático. Respetamos el dictado de las urnas y ya estamos trabajando para mostrarle al pueblo de qué se trata y ganar la próxima elección en las urnas. Ahí no le vamos a dar tiempo, ya estamos trabajando".

[La multitud canta: oh, vamos a volver, a volver, a volver, vamos a volver...].

El discurso completo:



A propósito de este particular momento de efervescencia social, anoche se produjo otro hecho sorprendente. Nos contó nuestro amigo Santiago Segura (La Música es de  Aire) que en el último de los recitales que estuvo dando Fito Páez por los 30 años de su álbum Giros, a la salida y sin que nada lo hiciera prever, los 3500 asistentes al show se retiraron cantando las consignas "a volver, a volver, vamos a volver" y "yo soy argentino, soy soldado del pingüino". Así nos lo relató otro amigo, Daniel Cholakián: "Cuando salimos, Sabbatella estaba en el público, empezó el canto '"vamos a volver...'", que se hizo atronador cuando por un tiempo incontable, todo el hall y las escaleras y los 2 pisos superiores no paraban de cantarla. Fueron 10/15 minutos de sonrisas, abrazos, saltos, dedos en V y puños apretados, en un lugar que creo, no recuerda semejante épica espontánea. Lo presenciaron nuestros amigos y, efectivamente, después encontramos el acontecimiento registrado en youtube.


Escenas similares se produjeron la semana pasada en algunos bares, cuando en los leds apareció la figura de Kicillof. (Ver acá).

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