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¿Contra Menem estábamos mejor?

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Eduardo Balustein hace una pregunta: Contra Menem, ¿estábamos mejor? ¿Se daba este alucinante fenómeno psicosocial de bajón anímico generalizado... "entre nosotros"?

Mi respuesta:

No, no estábamos mejor sino más desorientados. Veníamos de la debacle alfonsinista, que fue una larga agonía. Y Menem era peronista, lo cual lo hacía más desconcertante. Nuestra sensación actual de agobio tiene que ver con que tenemos un registro reciente, muy vivo todavía, de la posibilidad opuesta a la que estamos atravesando, lo llevamos en el cuerpo y se resiste con fuerza a lo que hoy pasa, nos exige que no lo olvidemos. 

Conocemos cada gesto, cada palabra, cada falacia y cada truco retórico del macrismo antes de que se ejecute. A la opresión le agregamos la conciencia de la opresión, lo cual lo hace más angustioso. 

Pero hay algo más. Lo inquietante no es Macri. Creo que sus torpezas políticas a poco andar sugieren una declinación posible de su estrellato. Es un burgués inculto y brutal, algo idiota también, y eso nos humilla. No puedo afirmar si va a seguir cometiendo tantos errores innecesarios como para que en pocos meses un 80% del país lo esté puteando. Menem era un político más refinado, eso explica que haya gobernado el país durante 10 años. Argentina es un país difícil. 

Y los Kirchner se colaron por una hendija en 2003. Un golpe de azar a nuestro favor. Quizás la sociedad no había hecho lo suficiente para merecerlo. Los contornos del kirchnerismo se van a ver más claros cuando termine de definirse la aventura macrista. El fondo constante de todas estas configuraciones es la sociedad civil que somos y que no terminamos de conocer.

A mí lo que me inquieta, más que la previsible vulgaridad burguesa de Macri, es ver emerger de las sombras en las que anduvo escondida durante mucho tiempo a esa sociedad que apoyó a Videla. Lo que espanta es que ahora podemos unir muchos lazos que parecían sueltos: ¿cómo había sido posible que una sociedad "tan civilizada como la nuestra" se hubiera dejado gobernar por Videla, Massera, Viola, Galtieri? 


Lopérfido, un personaje parido por el alfonsinismo, ahora puede animarse a proclamar en voz alta su negacionismo: los desaparecidos no fueron 30.000, dice, sabiendo perfectamente que no es el ńumero lo que está en disputa, como cuando los neonazis dicen que los judíos muertos en los campos de concentración no fueron 6 millones: no es el número lo que está en disputa.  Lopérfido es el director artístico del Teatro Colón y ministro de cultura de Santa María de los Buenos Aires. Alguna vez fue director del Centro Cultural Rojas donde actuaba Batato Barea. Luego formó parte de la mesa chica de De La Rúa, fue el que lo llevó al programa de Tinelli. He ahí una continuidad. No creo que a nadie se le pase por alto, solo que nos resistimos a admitir que Lopérfido es el país normal.


Lo verdaderamente feo que ahora estoy viendo es que emerge la sociedad que apoyó (y no solo temió o consintió) a la dictadura. Los golpes militares no fueron anomalías de la historia argentina, las dictaduras son fruto de ese país normal que hasta hace poco oíamos pedir que les devolvamos. Esto que escribo no es algo inaudito: ya lo decíamos. Pero ahora estamos sintiéndolo. Hay una base social que reclama la represión, el racismo, el desprecio clasista, la humillación. El niño proletario de Lamborghini es literatura realista. Lo están haciendo a los gritos, en la tele, cada noche. Esa fiereza arrebatada nos descoloca. La posibilidad de que el fascismo se vuelva hegemónico. Todavía no lo es, podría llegar a serlo, o tal vez los errores políticos autoinflingidos por la patota del Cardenal Newman o un experimento económico fallido impidan que llegue a serlo. Lo que nos angustia es estar en vilo en ese lapso donde las cosas no terminan de definirse.

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