"Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada. Nace en una pieza que se cae a pedazos, generalmente con una inmensa herencia alcohólica en la sangre. Mientras la autora de sus días lo echa al mundo, asistida por una curandera vieja y reviciosa, el padre, el autor, entre vómitos que apagan los gemidos lícitos de la parturienta, se emborracha con un vino más denso que la mugre de su miseria.
"Me congratulo por eso de no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario.
"El padre borracho y siempre al borde de la desocupación, le pega a su niño con una cadena de pegar, y cuando le habla es sólo para inculcarle ideas asesinas. Desde niño el niño proletario trabaja, saltando de tranvía en tranvía para vender sus periódicos. En la escuela, que nunca termina, es diariamente humillado por sus compañeros ricos. En su hogar, ese antro repulsivo, asiste a la prostitución de su madre, que se deja trincar por los comerciantes del barrio para conservar el fiado.
"En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario".
Así empieza "El niño proletario". Ni les puedo explicar cómo sigue porque a Osvaldo Laborghini no se lo puede explicar, hay que leerlo. Por momentos parece que la escritura de Lamborghini desborda los límites de la literatura. El filo hiriente de sus palabras saltan del papel y uno siente que le pegan en el cuerpo. Por momentos roza lo insoportable, no tanto por sus temáticas, que vienen de la tradición literaria argentina, sino porque hace aparecer la rugosidad, los rebordes, la violencia del lenguaje como lenguaje. Entonces se podría decir al revés: que Lamborghini es uno de los pocos que hace literatura, que muestra el lenguaje en su poder amenazante, mientras la mayoría solo escribe. Escribir, escribimos todos, pero unos pocos hacen patente la atrocidad del decir, uno de los acontecimientos más anómalos y riesgosos del universo.
Lamborghini no hizo una carrera de escritor normal. No era normal. Escribió mucho pero en su vida publicó poco y pocos lo reconocían como escritor. Como persona, dicen, no era fácil. Algunos que lo conocieron dicen que era jodido, o que estaba jodido (no es lo mismo). Pero qué importa lo que dice la gente. Después de muerto su obra se empezó a difundir, de apoco y cada vez más, se hicieron ediciones póstumas y su consideración creció. Hay quienes piensan que es uno de los más grandes escritores argentinos, el menos conocido entre los más grandes.
Yo digo que no soy crítico literario, pero leerlo es distinto a leer otra cosa, leer meros libros.
Su escritura es política, o sea: hacía política escribiendo. No "crítica social" o "denuncia" o "testimonio", como si hablara de cosas que pasan en la realidad. Escribir era continuar la política por otros medios. O quizás hacer la guerra. Su asunto la guerra de clases como acto aberrante de por sí. O más precisamente la guerra infinita de la clase dominante contra los oprimidos. Parecería que la clase burguesa no se conforma con dominarte, sacarte la plusvalía, quedarse con una parte de la riqueza que producís. Parte de su economía libidinal consiste en humillarte, gozarte, hacerte morir. La derecha hace política con la muerte. La crueldad no es un añadido, sino parte de lo que el burgués necesita para mantenerse tonificado. Esa es la intuición de Lamborghini.
Yo vengo de una familia de trabajadores. Nunca me pasaron las cosas horribles que Lamborghini describe en "El niño proletario" ni de lejos. Pero algo de la hijaputez burguesa sentí cada vez que me tocó tratarlos. Sentís directo en tu cuerpo el desprecio que te tienen, incluso cuando no te dicen nada. La peculiaridad de "El niño proletario" es su punto de vista: el de los opresores en su faz más perversa. Cuando asoma alguna metáfora, la belleza, algún desborde "literario", surge como una supuración o como usurpación. Todo fuera de lugar. El arte en su escritura es improcedente, incómodo.
Su procedimiento es hiperbólico pero no deja de ser realista.
Muchos han dicho que sus relatos anticiparon el horror de los campos de concentración de la dictadura. En estos días en que la derecha llegó al poder, yo sentí el desprecio de Macri, de Prat Gay, el cinismo de Lombardi y Avelluto. Y me acordé de Lamborghini.
Por eso publiqué en el blog Un Largo su cuento "El niño proletario". Lo pueden leer clickeando acá.