por Esther Díaz
Escuché un cambio de estrategia en Cristina, capté un giro que me recordó a Néstor: para obtener gobernabilidad hay que dejar entre paréntesis los purismos, sin perder las convicciones. Huérfanos de alianzas -actualmente- no se puede gobernar. Si se aspira a ser mayoría, hay que predicar desde la apertura. Ahora no se trata de hablar únicamente para nosotros, se impone hacerlo sin lemas guerreros ni amenazas para quienes piensan diferente. Agraviar es caer en los mismos vicios del opresor. No queremos perder dignidad sino lograr adherentes para reconquistar los derechos perdidos. Las sectas solo complacen a sus iniciados, pero alejan a los de afuera (y si aspiramos a ganar las legislativas, los necesitamos).
Apremia consensuar con todos los perjudicados por esta nueva raza de gerentes apolíticos, y no lo lograremos si a priori pretendemos imponer nuestra hegemonía respecto de los demás damnificados. Si se necesitan aliados no se los puede convocar estableciendo que nosotros seremos la voz cantante. Todas las voces no reaccionarias deben cantar. Más que consignas excluyentes, hay que buscar puntos de conexión. Si a un extrapartidario -con quien tenemos que unirnos- intentamos ponerlo bajo nuestro poder piramidal, lo perderemos. Debemos en cambio proponer y practicar poder horizontal, reticular, que circule entre heterogéneos. Cito unos pocos pero significativos fragmentos: “Hay que formar un frente ciudadano” (que incluya diferencias)…”No se enojen con quien lo votó, eso nos divide, tenemos que estar unidos”… (En un momento en que el público insultó a los desleales): “No insulten, por favor, no importa que sea K o no K”…”Ahora se trata de si está mejor o peor que antes, y si quiere volver a estar como antes”… “Si miramos solamente al que dio el paso al costado me parece que estamos equivocados".
Ojalá que los gritos de los lemas preestablecidos no nos impidan escuchar el cambio de estrategia ni sofoquen la capacidad de seguir pensando por nosotros mismos.