John William Cooke decía que el peronismo era el hecho maldito del país burgués. El odio a Perón y Evita era tan grande que a uno no se lo podía nombrar en público, ibas en cana, y a ella le deseaban la muerte en las paredes de Buenos Aires.
Durante 18 años lo proscribieron pero no pudieron borrarlo de la memoria de los más humildes.
Hoy la historia no sé si vuelve a repetirse, pero se parece bastante. Al régimen que nos gobierna, de democrático le queda poco: autoriza la participación del peronismo en la política argentina siempre y cuando los dirigentes que lo representan acepten la proscripción de Cristina. Ella y todos los que la acompañamos somos señalados nuevamente como el hecho maldito del país de los CEOS.
El kirchnerismo y todos los que no se entregan encarnan por mérito propio y fundamentalmente por el odio de los ricos a ese peronismo que la oligarquía quiso destruir a bombazos y luego los milicos con asesinatos, desapariciones y torturas. De la misma manera que en los 60 intentaron imponer el peronismo sin Perón, de la mano de Vandor, ahora es el peronismo sin Cristina.
Parece que los ricos y sus colaboradores veían en el Pocho lo que ahora ven en Cristina: a un líder político que les ponga límites y no les permita el choreo a mano armada que se repite desde los comienzos de la historia nuestra.
Domínguez, Alberto Fernández, Randazzo, Abal Medina, Pichetto, Bossio, el triunvirato del Bonito y muchos otros se han convertido en los vandoristas del siglo 21 y los chupasangres les dan lugar en las primeras planas de sus pasquines.
Hay otros que no se animan a tanto, pero no paran de pedir autocríticas apuntando, como detrás del vidrio en Tribunales, a Cristina como culpable de todos los males.
Los colaboradores, los que dicen que hay que garantizar la gobernabilidad, hacen mérito en el parlamento votando las leyes que favorecen a las minorías. Estos últimos me recuerdan a los que colaboraban activamente con la dictadura con la teoría de que cuanto más rápido fueran derrotadas las organizaciones revolucionarias el número de muertos iba a disminuir. La diferencia es que los que votan las leyes del poder pueden elegir, los otros estaban secuestrados.
Muy pocos se animan a denunciar la persecución a Cristina.
La autocrítica en el peronismo no es andar pidiendo disculpas en los canales de televisión de ellos, sino lo que se corrige en la práctica política concreta.
Recuerdo a Néstor.
Recuerdo cuando dijo que habíamos perdido por poquito y cuando le preguntaron que es lo que había que hacer contestó: "Redoblar la apuesta, ir por más".
Hoy Cristina es el hecho maldito del país burgués, porque su sola presencia les recuerda el aluvión zoológico y tiene tantos ovarios y convicciones que no quiso ampararse en los fueros ni quedarse tranqui en la casa o exiliarse.
Es maldita porque se la banca, porque dice lo que está prohibido, porque no se rinde, porque recuerda que podemos vivir dignamente, porque sigue representando a esos que son maltratados todos los días por sus patrones y por los que dicen representarlos.
La política sólo debe servir para acompañar a los que enfrentan a los saqueadores, eso es lo que enamora, lo otro es acomodarse, conseguir un puestito, y todos sabemos que nadie puede estar cómodo cuando nuevamente están intentando hipotecar el futuro.