(de Cuatreros a No intenso agora)
El 4 de mayo pasado los editores de la revista Pulsión de La Plata hicieron una proyección especial de la película Cuatreros, con la presencia de su autora, Albertina Carri. Después de la proyección, se produjo una charla con el público (que desbordó la sala) que quedó registrada en este video, de enorme interés:
Remarco algunos tramos de lo que Carri dijo esa tarde:
"Cuatreros claramente para mí es una película entusiasta, que se opone a la idea de fracaso. Habría que hacer un poco de historia. Yo estrené Los rubios en el año 2003, la hice durante los años 99, 2000, 2001. Y claramente el mundo era otro y Argentina era otra. Y el tema de los desaparecidos en la dictadura era otro. Luego se transitó todo otro camino en el que las políticas de derechos humanos pasaron a ser política estatal, con el gobierno anterior. Y eso creo que también dio la posibilidad de la apertura de otros discursos, claramente, donde se empezó a hablar del fracaso: del fracaso no solo de la reivindicación de los movimientos sociales de la época, sino también de cómo esos movimientos sociales habían fracasado. Es algo que trabajé mucho en mi pensamiento: preguntarme a qué se llama fracaso y a qué se llama éxito. Cuatreros es una película de la fascinación de una fascinación, y en ese sentido creo que entonces hay una imposibilidad de fracasar. Yo me fascino no con Isidro Velázquez, sino con la fascinación de mi padre con ese personaje. Y en esa fascinación encuentro su pasión, su proyecto político, su idea del mundo. Y esa idea del mundo deja de ser una otredad para ser parte de mi propia historia".
(...) "Los rubios es un primer trabajo sobre el yo, de algún modo, y es un pedido de "yo", por otro lado. Los rubios pide a los gritos una identidad, pide a los gritos ser esa voz. Y Cuatreros la destruye, es al revés. Creo que tiene que ver con el paso del tiempo, el paso del tiempo real y también el paso del tiempo político, y también con mi propio paso del tiempo. Yo en Los rubios era más joven que mis padres y hoy soy claramente más vieja que mis padres. Y eso me cambia completamente la relación con ellos, con la generación y con la historia. En Los rubios hay reclamo y en Cuatreros no. En Cuatreros prácticamente me paro a la par, en el momento que digo: 'si hubiese tenido edad suficiente, habría hecho lo mismo que ellos'. En Los rubios, la pregunta principal de la película es ¿por qué me dejaron acá, en el mundo de los vivos? (...) En Los rubios era 'basta de nosotros, basta de esa historia global de los desaparecidos, la dictadura, el genocidio... Bueno, ¿qué me pasó a mí?'. Creo que en Cuatreros es claramente al revés.
(...) "La película empieza con una cita del libro de mi padre, Isidro Velázquez. Formas prerrevolucionarias de la violencia que dice 'Más importante que la crónica de los sucesos es la significación actual de los mismos', que para mí es un poco el estribillo de Cuatreros. Pero el libro Isidro Velázquez se convierte finalmente en una reflexión sobre la sociología misma, porque acusa a los sociólogos de ser cuatreros. Es algo que me costó muchos años entender, porque leía el libro de muy chica, tenía problemas mentales, lo leí por primera vez y no entendí nada de todo eso. Me llevó mucho más tiempo entender esa operación: tomar al personaje de Isidro Velázquez para hablar de otros intereses. Y entre sus intereses está esa mirada descolonizadora desde la sociología. De hecho mi padre dio clases de cine, descubrí, y lo que daba era Pensamiento Nacional. Siempre traté de encontrar apuntes y no encontré nada".
Recojo esos párrafos y recomiendo la escucha de la charla completa. Lo que yo cito ahora se vincula con lo que a mí me interesó especialmente pensar después de ver Cuatreros, que dejé escrito en un post de febrero, acá. La perspectiva histórica que va desde Los rubios hacia Cuatreros.
Decía yo: "Si hay algo que Cuatreros niega, no es la política: Cuatreros niega a Los rubios, a condición de que se tome esta negación en el sentido que la frase inicial propone: como una posición de verdad que supera los meros hechos, para recuperarlos en un trayecto que recorre la historia que va desde Cuatreros (2016) hacia Los rubios (2003)". Y más abajo: "Podría decirse también, o con más justicia, que Cuatreros es la respuesta de Albertina Carri a la cineasta que en 2003 hizo Los rubios". Estou convencido de que en la conciencia que tiene su autora de ese recorrido histórico reside toda la densidad política de Cuatreros.
No intenso agora
Y también me interesa señalar el tema de la energía que circula por la película, ese entusiasmo del que Albertina habla. Creo que es muy interesante pensar toda una serie de películas políticas desde el pathos que las recorren, no para sentimentalizar la política, sino para politizar las emociones. Esto lo vengo pensando desde hace años: apareció hace unos días con el rescate de mi nota de 2007 sobre M de Nicolás Prividera (acá). Pero después de escuchar lo que dijo Carri en La Plata, se me ocurrió relacionar el entusiasmo de Cuatreros, su problematización de la noción histórica de fracaso, con el tono melancólico de la muy sobrevalorada No intenso agora, del brasileño Joao Moreira Salles (ver mi comentario acá), una película que se delecta en el pathos de la derrota de los proyectos políticos de la generación de su madre, durante el mayo francés y la revolución cultural china. Poner a discutir a estas dos películas es muy pertinente, desde el momento en que comparten ciertos procedimientos: la exposición de la voz autorreflexiva de sus autores sobre la experiencia de sus respectivos progenitores, voz que se apoya sobre un soporte de materiales de archivo de la época de los padres. Esta notable coincidencia ayuda a resaltar sus diferencias.
Porque en varios sentidos Cuatreros es el exacto opuesto de No intenso agora, en su relación con la historia, en sus notables diferencias acerca de una valoración histórica del fracaso y el triunfo. Moreira Salles hace un gran esfuerzo por matar al pasado, mientras Carri muestra lo desaparecido como presente. Carri, sin saberlo, le contesta a Moreira Salles, al reapropiarse de su historia de clase, algo que Salles, particularmente en No intenso agora (en este punto, su anterior película, Santiago, creo que es diferente) borronea. Donde No intenso agora es caligráficamente entonada como una elegía por lo perdido, Cuatreros asume una textura áspera, torrencial, furiosa y entusiasta. Paradójicamente, No intenso agora, contra lo que su título anuncia, escamotea la posibilidad de vincularse con el agora brasileño; el agora de Salles ya fue. Al revés, Cuatreros, que es presuntamente una película sobre un personaje histórico, actualiza continuamente ese pasado que busca en los archivos fílmicos y en los textos de su padre, los pone en fricción con el duro presente argentino y lo proyecta como posibilidad hacia el futuro, en la escena final en la que aparece su hijo. En No intenso agora es particularmente opaco el proceso por el que el director brasileño obtiene los materiales sobre los que imprime su voz dolida: no hay ahí descubrimiento, sino una instrumentación de las imágenes en función de una tesis puesta a priori sobre el fracaso histórico de la revuelta. En Cuatreros, las imágenes que proliferan vertiginosamente en la pantalla, ponen en tensión todo el tiempo la posibilidad de un vínculo lineal con la voz que enuncia en primera persona.
Por todo esto, no me extraña en absoluto la fascinación que la película de Salles despertó en el contexto macrista del BAFICI, por parte del mismo establishment crítico que viene ninguneando a Cuatreros.
En la web de la revista Pulsión, pueden encontrar más fragmentos de su conversación con Albertina Carri, clickeando acá.