por José Miccio
En 1982, con “Inconsciente colectivo”, Charly García llama la atención sobre algo que ya había escrito al menos dos veces, en “El tuerto y los ciegos” (“No hablo yo / de fantasmas ni de Dios, / sólo te cuento las cosas que / se te suelen perder”) y en “Para quién canto yo entonces” (“Yo canto para la gente / porque también soy uno de ellos. / Ellos escriben las cosas / y yo les pongo melodía y verso”). Sus frases más conmovedoras en aquel umbral histórico eran, por supuesto, las que hablan de los ausentes, los presos y la necesidad de cantar de nuevo. De éxito menos coyuntural resultó su pequeña y romántica ars poetica: “Hoy desperté cantando esta canción, / que ya fue escrita hace tiempo atrás”.
En la revelación (en el despertar) el tiempo encuentra un pliegue y una continuidad. La canción que se escribe se reescribe y se lega. Preexiste al autor pero solo él puede comunicarla. La trae a la vigilia desde la voz que se oye de vez en cuando en “los aleros de la mente / con las chicharras”.
Charly canta esta, su hermosísima imagen de aires místicos, en secuencia descendente, como si cavara en busca de ese grial al que solo tienen acceso los elegidos. Algunos, a falta de una palabra menos incómoda, hablan de su genio. En los 80 Charly obtiene un título, el único al que un rocker puede acceder sin perder su condición. No es un poeta áulico ni un bufón de corte. Es un vate. Alrededor de su nombre se multiplican las metáforas. Es el radar, el termómetro, la brújula. Charly codifica sensaciones dispersas, lee signos poco claros, compone, pero ante todo traduce. Es un médium. Su aura procede del pueblo. Lo retiene junto a él y lo distingue. De ahí que combine las gracias del romántico social y los caprichos del poeta maldito. De su absoluta singularidad el escándalo es su manifestación más epidérmica. Que grite, que demuela hoteles. En lo profundo Charly remienda los desgarrones, rellena los vacíos, asegura la comunidad, canta la unión de lo disperso. Su hiperestesia no le fue otorgada solo para autoindagarse sino también (y sobre todo) para darle a conocer al pueblo lo que al pueblo pertenece pero ignora o solo intuye. Es, en todo sentido, el Intérprete. Por eso sus canciones son simultáneamente una autobiografía y una historia de la sensibilidad juvenil en Argentina. Charly - ¿cuántas veces lo dijimos desde entonces? - escribe "nuestras" canciones. Esta, por ejemplo: