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Las hijas del fuego - BAFICI 20

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¿Las chicas solo quieren divertirse?






por Mesalina Bacante

La última película de Albertina Carri, Las hijas del fuego, asume abiertamente el porno lésbico y apunta a una audiencia específica interesada en ver imágenes a la medida de su deseo. “Por fin podremos ver el porno que nos gusta en nuestros celulares” se regocijaba una espectadora en la sesión de preguntas y respuestas posterior a la proyección del lunes.

Por lo demás, no encuentro un valor estrictamente cinematográfico en la película. Así como en el porno pensado desde y para una mirada masculina heterosexista se borronean situaciones para ratonear con la previa de la penetración, Carri traza una “urdimbre” –así la llama ella- de situaciones y personajes que rellenan el tiempo entre cojida y cojida, puesto que la voluntad de sexo explícito es la ley primera y última que la película acata. Los episodios "argumentales" pretenden una provocación sexista rudimentaria: una orgía en un templo religioso –filmada en una capilla privada de las que existen en las estancias rurales que Carri conoce por su procedencia familiar, según ella aclaró en el Q&A-; escenas de riña con tipos brutos, estúpidos y cobardes, a la medida de un trazo carente de matices en la caracterización de los personajes masculinos; la liberación de una amiga víctima de un marido maltratador –Érica Rivas en el rol más esquemático de su carrera-; o la aparición de una madura viuda y canchera –un desperdicio para Cristina Banegas- que dejó de comer carne desde que su marido murió de un ataque cardíaco y ahora cultiva hongos alucinógenos. Todo lo que no es porno es una utopía modesta de transgresiones cuya banalidad abruma. 

No hay ningún conflicto económico para estos personajes que solo aspiran a procurarse un goce tras otro, en una insistencia que lleva al hastío: ¿será que todas pertenecen a una clase acomodada? La pandilla de chicas vive en una burbuja privada sin clases sociales y todo conflicto se reduce a devolver en espejo el maltrato machista, con un desprecio simétrico hacia ese otro que la película postula y repudia. En esa abstracción se impone también el imaginario porno por sobre cualquier programa político.

Las hijas del fuego no parece realmente la más película más salvaje y libre de este BAFICI, como quieren instalar los voceros del festival. Ni siquiera es una reivindicación del feminismo. Por el contrario, parece un producto esclavo de su ansia de escandalizar, sin un horizonte de liberación política. Cuesta encontrar acá la complejidad de niveles que planteaba la autora de Cuatreros. En su diálogo con el público, Albertina se refirió al pasar a su película anterior aludiendo a la violencia institucional que “padeció” –así, en pretérito indefinido- este país. Todo se vuelve la representación de una revuelta o la construcción de un segmento del mercado hasta ahora no explotado, “para ver en nuestros celulares”. ¿Sería esta la tan ansiada igualdad? El relleno fuera de las escenas pornográficas es un cuento infantil.

Grandes actrices como Sofía Castiglione, Érica Rivas y Cristina Banegas pasan por la pantalla haciendo cameos que adornan esa carrera loca que transitan las demás niñas. Son una decoración tan superflua como las citas literarias que desentonarían en un porno menos pretencioso. Como síntoma a interpretar de este mundo ideal sin hombres llama la atención la recurrencia a objetos fálicos para satisfacer la necesidad de la concha, otra palabra muy recurrida en el film.

Incluso en un momento de sobreactuación de los discursos de género supuestamente emancipatorios como es este, las chicas podemos adherir al feminismo o a un movimiento superador, reconocernos activamente sexuales, sin necesidad de representar una algarabía imaginaria. El goce sexual se vive, te gusten las mujeres, los hombres, gays o trans. No parece que consignas tan toscas como las que propicia Las hijas del fuego traigan ninguna liberación..

Aún así, el inicio del porno lésbico de industria nacional podría ser, desde cierta perspectiva, un punto a favor de la película. También es destacable el uso de algunas bellas canciones como "Rid of me" de PJ Harvey, que ya había sido usada en Strange days de Kathryn Bigelow y acá no figura en los títulos.

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