Ilustración: Carmen Cuervo
por Lidia Ferrari
¿Por qué nos sorprenden los votos de clases sociales postergadas por opciones que van a perjudicarlos? Las clases humildes que votaron a Macri o los que votaron a Bolsonaro, que probablemente serán perseguidos por sus políticas, nos despiertan perplejidad. Hay muchas aristas para aproximarse a esta inquietud que nos desvela pero una de ellas puede ayudarnos a ver las razones de esa perplejidad.
Por un lado, desde el psicoanálisis, pensamos al sujeto como dividido, un sujeto que no piensa donde es y es donde no piensa. Sabemos que hay distancia entre lo que "sabemos", lo que "hacemos" y lo que "creemos". Sabemos también que nuestras ideas pueden estar muy lejos de aquello que somos en “realidad”, esto para todos los sujetos y de todas las clases sociales. Todos entrecomillados, pues lo que hemos podido aislar después de Freud es que el mundo en el que el neurótico vive está más ligado a sus fantasmas que a la “realidad”. Entonces, esas categorías: realidad, saber, conocer entran dentro de un terreno resbaladizo. Pero a veces las usamos como si fueran categorías incontestables y precisas.
También estas supuestas incongruencias de los electores se pueden pensar con el mecanismo de la renegación, que hace coexistir dos ideas contrarias para poder rechazar una realidad penosa. Así mismo desde el campo de lo político podemos encontrar que la idea de alguien “desclasado”, que se menciona a menudo para explicar esto que parece inexplicable, también está cuestionada, porque ya sabemos que no hay una clase social a la cual le corresponda necesariamente una ideología y un sujeto político. Cayó hace tiempo la idea de que el proletariado llevará adelante, inexorablemente, la revolución, o que las clases explotadas se dirigirán inexorablemente a resistir la explotación.
Laclau, entre otros, nos ha enseñado que el antagonismo se crea con la resistencia y ésta no sólo no se da por descontada, sino que exige la construcción de una articulación hegemónica entre heterogéneos y disímiles agentes sociales. O sea, que desde estos dos discursos, el psicoanálitico y el político, no podríamos sostener esa perplejidad. Más bien, estos discursos nos permiten pensar las razones de por qué es muy posible que esto se produzca. Pero nuestra perplejidad habla de que estas categorías las poseemos también como los sujetos divididos que somos, es decir, a veces las poseemos y a veces se nos pierden de vista. La intelección de estos fenómenos nos interceptan y nos muestran cuán difícil se hace pensar esas elecciones porque aún sostenemos la idea de un sujeto “proletario”, entero, indiviso, consciente de sí mismo y, sobre todo, de su situación social. Es evidente que las categorías con las que contamos actualmente son más potentes que nuestra frágil consistencia neurótica.