Cuando todas las organizaciones gremiales, políticas y sociales se juntan es porque el asunto está complicado para la mayoría y es imprescindible movilizarse para que el gobierno y la sociedad se enteren de que va a haber pelea.
Más o menos de esta manera se armó el acto del jueves donde estaban todos los que tenían que estar. Los ingredientes estaban sobre la mesa como para hacer una comida de esas que no se olvidan:
1- Al gobierno la mayoría ya no les cree y todos los días hay alguien que los votó y ahora los manda a la mierda.
2- El plan económico, asistido por el pulmotor del FMI, sólo le sirve a los bancos, los especuladores financieros y a los que exportadores de granos y minería. El resto, la gran mayoría, está en la lona y con ganas de reaccionar y sacárselos de encima en las próximas elecciones.
3- Las organizaciones sindicales, politicas, sociales y todos los que decidieron ir porque no se bancan más la macrisis juntaron una cantidad de personas que demuestran la fortaleza de los que se oponen al saqueo.
4- En un año electoral estas movilizaciones multitudinarias generan esperanzas en todos aquellos que queremos que estos vampiros se vayan cuanto antes.
Todo daba para festejar otra jornada de lucha de esas que hacen que uno vuelva contento a su casa, sabiendo que hay una voluntad mayoritaria que quiere terminar con esta pesadilla.
Pero algo pasó.
Algo que nos impidió cocinar un gran día. Algo pasó que el asado estaba crudo y no había más leña para hacer fuego.
Algo pasó.
Y se me ocurren algunas cosas como para tratar de pensar por qué una propuesta multitudinaria como la del jueves se apagó de a poco.
Pienso que la decisión de no debilitar al gobierno por parte de la CGT los llevó a armar un acto light para salir del paso. Esta decisión, producto de los compromisos que el Triunvigato tiene con el gobierno fue como un maleficio que recorrió toda la marcha y nadie pudo romperlo.
Nadie quiso agarrar el micrófono y decirle a los trabajadores lo que pensaba. Algunos para garantizar la participación de la CGT y otros para cumplir con las obligaciones que genera la pobreza extrema pero sin señalar a los responsables.
Y todo se fue apagando, como el fuego de los choris, sin que se pudiera escuchar esa palabra precisa que alimenta la esperanza.