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El decisivo 11 de agosto para la pugna entre la destrucción y la construcción de la Argentina

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por Lidia Ferrari

El 11 de agosto produjo una sorpresa, cierto asombro que merece ser pensado, después de disfrutado. Nos vimos sorprendidos porque los peores augurios, la creencia de que la gente puede ser manipulada por los medios o que los argentinos estaban siendo llevados por pulsiones mortíferas, se vieron absolutamente refutados. Estábamos también nosotros envenenados con las horrorosas operaciones del gobierno macrista, tanto que no se nos ocurría pensar que nuestro deseo pudiera ser satisfecho en las urnas y de la manera ostensible que se produjo. Ese deseo de emanciparnos de esta horrible experiencia que está destrozando la república. Pero ocurrió, para sorpresa de todos. Esta magnífica novedad política me llevó a recordar retazos, fragmentos de discursos que pueden armar un collage. El primero es de Freud, del final de El Malestar en la Cultura, cuando después de habernos planteado que en la construcción de la cultura hay dos fuerzas que pugnan, la de la construcción y la de la destrucción, apela a un anhelo que muestra su incertidumbre precisamente en el momento en que la amenaza de Hitler estaba muy presente y no había muchos argumentos para sostener la primacía del amor en la especie humana. Al finalizar el texto, después de habernos mostrado sus razones, aquellas que lo llevaron a ser acusado de pesimista, enuncia un anhelo: “Sólo nos queda esperar que la otra de ambas “potencias celestes”, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos moral adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final?”. El domingo 11 de agosto quedará inscripto en nuestra historia como un momento en el que, en esa lucha sin cuartel, venció Eros, el amor. Es una victoria contingente, pero alimenta el deseo de que Eros mueva el mundo y no la pulsión de muerte.

La otra cita que recordé es la de Christian Salmon cuando analiza el estrepitoso y colosal fraude de la Empresa Enron en los Estados Unidos. Una de las mayores empresas del planeta se había convertido en un gigantesco storytelling, que cotizaba sus acciones a un precio exorbitante, de acuerdo a futuros e hipotéticos valores de las acciones, hasta que se desentraña el fraude. La quiebra de Enron deja un tendal de perjudicados de la magnitud del fraude. Christian Salmon reflexiona sobre esa colosal estafa que involucró a todo Wall Street y dice: “El bluff de Enron demostró que los políticos de Washington, los profesores de management y los analistas de Wall Street no eran capaces de distinguir la realidad de la ficción”. Pero eso no es lo peor. Salmon nos dice también que seguimos instalados en esta economía ficcional pues, después de ese fraude colosal, se habría esperado de Wall Street y de la política que implementaran medidas para contrarrestar estas construcciones ficcionales que sostienen las finanzas internacionales. Sin embargo, siguen conduciéndose de la misma manera. Esto nos dice mucho acerca de los personajes del gobierno actual argentino que viven en un mundo de mentiras pero que, si bien su meta es saquear las riquezas y jugar para sus patrones, su cinismo no termina de excluirlos de vivir habitando sus propias mentiras y sus propios fraudes.

El otro retazo para hilvanar este collage es algo que escribí en relación con la cultura argentina, sobre todo, con el ejemplo de la educación pública que este gobierno -proveniente por primera vez en la historia de la educación privada- quería (qué alivio poder conjugarlo en pasado) destruir. Parece que razones potentes de resistencia a ese intento de destrucción emergieron el domingo. Hemos estado sumergidos y seguimos estando en un discurso que permanentemente socava experiencias centrales de la cultura argentina. Tanto han insistido con su discurso antiplebeyo y antipatriótico que nos ha parecido que triunfaban sobre nuestra tradición histórica de cultura emancipatoria. Pero esto que nos constituye es opaco a nosotros mismos y quizá allí radique también su potencia, esa potencia que renace cuando es necesario. Decía sobre nuestra cultura de resistencia y de tradición de educación pública: “…persiste y constituye lazos sociales potentes no fácilmente desarticulables. Constituye, sin que sea su propósito, una genuina resistencia. Y esa resistencia podrá o no asumir en alguna oportunidad el estatuto de fuerza antagonizante y/o encarnar una voluntad emancipatoria”. El domingo 11 de agosto emergió con toda su fuerza y, como sucede con la apertura de lo inconsciente, nos sorprendió.

Para terminar de enhebrar este collage: “El trabajo inmenso que se toma el poder en engañar, manipular y sojuzgar es muestra de que el deseo emancipatorio no está erradicado. Quizás, como el deseo inconsciente, sea indestructible”. Este enunciado general vio en la experiencia heroica del domingo 11 de agosto un caso ejemplar porque, como dice Jorge Alemán, “se demostró que los medios pueden erosionar a un buen gobierno pero no pueden sostener un gobierno pésimo”.

Por supuesto, todo esto no hubiera sido posible sin la genial y generosa estadista Cristina. Sin ella no hubiera sido posible, pero su genial estatura política está cimentada en la cultura argentina de la cual proviene y a la cual ha cultivado y contribuido a hacer crecer. Lo contrario del gobierno actual que ha socavado o intentado socavar lo mejor de nosotros. Un camino de esperanza se ha puesto en marcha.

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