Desde hoy, martes y miércoles a las 22:30 en la TV Pública
por Oscar Cuervo
Nota: En el marco de las normas de aislamiento para prevenir los contagios por CoVid19, en estos momentos no pueden producirse en el país -como en el resto del mundo que sufre la pandemia- obras audiovisuales de ficción televisiva ni cinematográfica, lo cual causa una dramática situación laboral en el gremio de los actores, que tampoco tienen actividad teatral. Una manera de paliar la crisis es que los canales de televisión vuelvan a emitir programas de ficción realizados anteriormente y de este modo los actores cobren sus derechos intelectuales por la difusión pública de sus interpretaciones a través de SAGAI. Los canales comerciales no muestran ningún interés en volver a programar ficciones argentinas y en cambio siguen una tendencia de estos años de creciente extranjerización de la ficción, para colmo de escaso o nulo valor artístico. En cambio, la TV Pública empezó en estas semanas a reprogramar algunas ficciones de enorme calidad producidas con anterioridad a la llegada de la nefasta gestión de Lombardi en los medios audiovisuales macristas.
Indudablemente Doce Casas: Historias de mujeres devotas es uno de los mejores programas argentinos de todos los tiempos, en el que se exploran las posibilidades del lenguaje televisivo sin pretender hacer cine pobre. Es una gran noticia que Doce Casas vuelva a verse en la TV Pública desde hoy, los martes y miércoles a las 22:30.
Doce Casas, el programa dirigido por Santiago Loza y Eduardo Crespo y escrito por Loza con Ariel Gurevich, ganó el Martín Fierro al mejor programa unitario / miniserie emitido por la televisión abierta en 2014.
Su calidad artística se equipara a toda la producción reciente de Loza, que logró ubicarse como uno de los poquísimos autores multiterreno con una voz propia. Loza abrió un universo poético en expansión que aún no tiene techo. En teatro las evidencias son abundantes. En cine Loza aparece cada vez más afianzado. Pero con Doce Casas en televisión jugó de visitante. Era posible que su fuerte personalidad artística fuera soficada por los límites de la tele. Con la solvencia de colaboradores como Edu Crespo y Ariel Gurevich y una selección de muchos de lxs mejores actorxs en actividad Doce Casas mostró que existe al menos un caso de obra de arte televisiva en los canales de aire de la Argentina.
Doce Casas fue desarrollada con el concepto de un programa de televisión, con la textura y la sintaxis propia de los teleteatros argentinos de la década del 80, sobre todo de aquellos unitarios de ATC de la recuperación democrática, con un toque de Alberto Migré y ráfagas de Alejandro Urdapilleta, Batato Barea, Néstor Perlongher, Manuel Puig, Rainer W. Fassbinder, Santa Teresa de Jesús, Alejandro Doria y Aída Bortnik (!). Doce Casas es una máquina de reapropiarse de tradiciones discrepantes y subordinarlas a las más íntimas necesidades expresivas de Loza.
No se trata de parodia, porque Loza quiere los materiales y recursos televisivos y literarios referidos. Los toma en serio y a la vez se permite jugar con ellos con un gesto delicadamente border. Es notable ver cómo la densidad poética de sus textos se sumergen en el elemento del teleteatro, con la disciplina de austeridad del teatro off y el cuidado visual del cine. Doce Casas aceptó los límites férreos de la tele: interiores acotados, que dejan ver la escenografía televisiva como tal, espacios exiguos por donde las cámaras se mueven en el líquido televisivo, con toques estilizados: planos medios, paneos que exploran el espesor del espacio dramático, zooms autoconscientes, unos pocos travellings colocados con pudor, cambios de iluminación que producen giros del registro cotidiano hacia el ensueño, canciones de reputación dudosa. Loza jamás se burla de esos materiales, sino que muestra que ahí también pueden habitar los dioses de la poesía.
No se trata de parodia, porque Loza quiere los materiales y recursos televisivos y literarios referidos. Los toma en serio y a la vez se permite jugar con ellos con un gesto delicadamente border. Es notable ver cómo la densidad poética de sus textos se sumergen en el elemento del teleteatro, con la disciplina de austeridad del teatro off y el cuidado visual del cine. Doce Casas aceptó los límites férreos de la tele: interiores acotados, que dejan ver la escenografía televisiva como tal, espacios exiguos por donde las cámaras se mueven en el líquido televisivo, con toques estilizados: planos medios, paneos que exploran el espesor del espacio dramático, zooms autoconscientes, unos pocos travellings colocados con pudor, cambios de iluminación que producen giros del registro cotidiano hacia el ensueño, canciones de reputación dudosa. Loza jamás se burla de esos materiales, sino que muestra que ahí también pueden habitar los dioses de la poesía.
Doce Casas es un ave rara: su aparición cotidiana en las noches de la TV Pública implicaba la irrupción de inquietudes y juegos decididamente ajenos a la televisión normal. El mundo de Loza, con personajes que viven un estado de suspensión existencial, que logran desde una chatura pueblerina transitar hacia la elevación mística, es un elemento que excede incluso el concepto de "televisión de calidad" con que lo promocionó en su primera emisión de 2014 la TV Pública. En ese entonces algunos espectadores acudieron desprevenidos en busca de una verosimilitud o una determinación tonal que Doce Casas excluía. La tele acostumbra a los espectadores a una recepción perezosa, un adormecimiento perceptivo unidimensional. La irrupción de lo místico solo parecía admisible en términos de sarcasmo iluminista o de impostación beata. Pero Loza se mueve por un borde inapresable en el que el éxtasis linda con el absurdo. Su despliegue poético textual se entrega al juego de contaminación de registros diversos, entre el lirismo, el absurdo y el distanciamiento, sin enfatizar nunca el tránsito de una cosa a la otra. Esta apertura de posibilidades mareó a más de un telespectador que esperaba hacer ante la tele un trabajo más desatento.
Ninguna de estas virtudes podrían funcionar sin los cuerpos y las voces de un elenco excelente que replica la heterogeneidad de las fuentes de las que Loza se nutre: Eva Bianco, Marilú Marini, Claudia Lapacó, Luisina Brando, Cecilia Rosetto, Cristina Banegas, Susú Pecoraro, María Onetto, Rita Cortese, Verónica Llinás, Leonor Manso, Tina Serrano, Viviana Saccone, Ingrid Pelicori, Noemí Frenkel, Julieta Zylbelberg, Iván Moschner, Luz Palazón, Emilio Bardi, Laura Paredes, Esteban Meloni, Alejandro Tantanián, Martín Slipak, Cecilia Rainero, Marco Antonio Caponi, Gaby Ferrero, Juan Gabriel Miño, José Escobar, Claudio Tolcachir,Boy Olmi, Ailín Salas, Alejandra Fletchner, Cecilia Ursi, María Marull, Julia Calvo, Martín Gross, Guillermo Arengo, Marcelo Subiotto, María Inés Sancerni, Patricio Aramburu. Conocidas figuras de la tele de los 80 afinan con artistas del teatro independiente. Todos geniales.
Los que se perdieron esta gran obra la pueden ver desde hoy y mañana a las 22:30 en la TV Pública. Los que ya la gozamos, podemos recrear este gusto inusual.