Me invitaron a una fiesta, es por teletrasmisión, Muchos, muchos invitados: radio, gente, confusión.
Encuentro virtual, como corresponde a la época de distanciamiento social y pantallas simultáneas hacia la que nos encaminamos ¿inevitablemente? ¿Después de la cuarentena seguiremos juntándonos en las pantallas mosaicos? Es la primera vez que participo en algo así: pantallas divididas e interacción en tiempo real. La ventaja, más allá de la cuarentena, es que posibilita "juntarse" con personas situadas en diversas partes del orbe. Todos juntos ahora.
Una oferta que no pude resistir: mis amigos Ana Fioravanti, Andrés Albertsen y Graciano Corica vienen organizando desde hace algunas semanas este tipo de encuentros filosóficos virtuales y pensaron que me interesaría entablar una telecharla en la que yo presentara algunas de mis ideas sobre el gran danés Søren Aabye Kierkegaard. Obvio que acepté: vamos a conversar sobre un autor que nos convoca, Y yo voy a ver cómo resulta mantener una conversación filosófico-virtual. Si lo venimos haciendo por radio, ¿por qué no sería posible filosofar online? Quizás en la época que empieza este tipo de encuentros se nos hagan habituales. El primero es este viernes a las 18:00 en internet.
Me invitaron a que hagamos una inmersión en Kierkegaard: no se requiere que los interesados tengan conocimientos previos. La actividad es gratuita, por el gusto de encontrarnos. ¿Cómo introducirse en la lectura de Kierkegaard?
Hay formas y formas de empezar a leer a un autor. Cada uno entra según el trayecto que lo llevó hasta ahí. Los caminos son inescrutables. Se llega con preguntas que uno trae de antemano. Brújulas que orientan o desorientan, subrayan, omiten, pasan por alto, deforman, desarman el texto o lo marcan de una forma que el escritor no podría prever al momento de escribirlo. La lectura desencadena posibilidades, se desliza y también puede desviarse de los propósitos iniciales del escritor. El desvío puede que no sea una traición, expande sentidos que el texto permite, incluso algunos que no permite, lo hace decir algo que antes de esa lectura no estaba previsto. Puede que esta sea la única forma posible de leer: que no haya una lectura fiel en absoluto. Reino de la posibilidad, un texto es siempre algo distinto a una cosa cerrada sobre sí que está ahí para ser percibida. No existe objetividad en la lectura de un autor. La singularidad del lector va reanimando a ese autor para cada uno. No es tampoco mero arbitrio: nadie le puede hacer decir a un texto lo que a uno se le antoja.
La lectura no es invención sino escucha. Nadie escucha lo que quiere sino lo que puede: autor, texto y lector tienen una forma de ser especial que no es la de las cosas que se cierran sobre sí mismas sino la de la posibilidad. Alguien lee un libro de Kierkegaard, cualquiera, el primero que llega a sus manos y se figura a un Kierkegaard posible. Un lector puede narrar a otros ese camino.
Søren Kierkegaard es el escritor que instaló en la filosofía el problema de la escritura y la lectura, de la palabra y la escucha, de la comunicación y la verdad, como decisiones propias de un ser posible. Para Kierkegaard, la posibilidad es el modo de ser humano y de sus actos más propios: escuchar y hablar, leer y escribir, son movimientos de un ente que existe como posibilidad. Somos una posibilidad: esa es nuestra distinción y también el motivo de nuestra angustia. Escucha, posibilidad, singularidad, angustia son palabras claves en la posición de pensamiento de Kierkegard.
El hecho de que haya vivido en el siglo xix no lo hace menos contemporáneo nuestro, porque la contemporaneidad no es un accidente cronológico. Somos contemporáneos de toda palabra que nos habla, que escuchamos dirigida a nosotros, cuando pensamos "es a mí a quien le está hablando". La época de la que un autor procede no lo encierra en el armario de las cosas muertas, ni conviene aplanarlo en un marco pretérito. ¿Para quién escribe un autor? ¿para quién escribía Kierkegaard? Siempre que alguien escribe la pregunta se reanuda, aunque sea tácitamente. Mientras Kierkegaard escribía no dejó nunca de hacérsela. En sus libros hay reiteradas invocaciones a su “querido lector”. Afecto e intimidad, el ser querido no tiene nada que ver con fingir familiaridad con un desconocido. ¿No se podría amar a un extraño? Eso quién podría saberlo. La forma de comunicación a la que Kierkegaard dedicó su vida -llegó a convencerse de que esa era su única misión- no fue la comunicación de un saber, sino una comunicación de poder. "Poder" quiere decir acá posibilidad, no imposición Un autor que apuesta a comunicar una posibilidad y no un saber ya determinado y fijo quiere ser contemporáneo de su lector. Por más lejos que se encuentren en el tiempo, autor y lector se hacen contemporáneos en el instante de la lectura.
Entre todas las puertas posibles para introducirnos en la obra Soren Kierkegaard la que voy a proponer este viernes es la figura de la escucha,. Escuchar una voz.
Todo lector o lectora de este blog puede participar del encuentro si se siente atraído. Tiene que escribir a tallerlaotra@gmail.com para averiguar la forma de entrar.