Hay quienes intentan remontar un barco
hay quienes intentan sumergir mi voz
hay quienes se creyeron conquistadores
descubren el Dorado en cualquier rincón.
Ta loco aquel que quiera volar
buscando un sitio al lado del sol
ta loco aquel que quiera tu corazón.
Quién colocó tu color
en cada rayo del sol
se quema aquel que quiera tu corazón.
Hay gente que quisiera tirarse al agua
sin que siquiera se le moje el pantalón
hay otros tan ilusos que se ilusionan
con un mundo en que no haya desilusión
Ta loco aquel que quiera volar
buscando un sitio al lado del sol
ta' loco aquel que quiera tu corazón
quien colocó tu color
en cada rayo del sol
se quema aquel que quiera tu corazón.
hay quienes intentan sumergir mi voz
hay quienes se creyeron conquistadores
descubren el Dorado en cualquier rincón.
Ta loco aquel que quiera volar
buscando un sitio al lado del sol
ta loco aquel que quiera tu corazón.
Quién colocó tu color
en cada rayo del sol
se quema aquel que quiera tu corazón.
Hay gente que quisiera tirarse al agua
sin que siquiera se le moje el pantalón
hay otros tan ilusos que se ilusionan
con un mundo en que no haya desilusión
Ta loco aquel que quiera volar
buscando un sitio al lado del sol
ta' loco aquel que quiera tu corazón
quien colocó tu color
en cada rayo del sol
se quema aquel que quiera tu corazón.
Y bien, fui a ver a Fernando Cabrera a Vinilo. Para los que no disponen de la data suficiente, Cabrera es un artista eminente, de esos que dejan una huella profunda en el arte popular. Digamos: hay pocos tipos así en el mundo: autores. Maxi Diomedi hace pocos meses fue a verlo en el mismo lugar y haciendo un show muy parecido a este. Escribió en Patologías:
"Hace mucho tiempo que Fernando Cabrera está en la carretera. A sus 56 años recién cumplidos (aquí en Buenos Aires) se acerca a los 20 discos editados. Sin embargo, recién ahora parecemos estar descubriendo que estamos ante un genio. Cada concierto suyo es distinto. En éste del miércoles el disfrute (mi disfrute) estuvo en verle las manos. Esas temblorosas que cuando tocan la carpeta colocada sobre el atril transmiten nerviosismo pero que cuando se posan sobre las cuerdas de la guitarra se entregan al juego de la búsqueda en vivo. La impresión -aún cuando uno sabe que Cabrera es un muy buen guitarrista- es que va explorando el diapasón y no hay automatismo. Que a medida que su voz emite esos versos tan “cabrerianos” (y rioplatenses) va buscando donde posar sus dedos para acompañar la sonoridad de las palabras. Su mano derecha pone a prueba el oído de los presentes cuando trabaja las distintas intensidades con que se puede tocar o percutir una cuerda. Llega hasta lo inaudible. Son poquísimos los guitarristas que lo pueden hacer así. El suyo es un arte que se hace segundo a segundo. Y en tiempos donde todo parece ser tan calculado, que Cabrera se permita descubrir nuevos modos en vivo y nos haga a nosotros testigos de eso, es para agradecer. Un párrafo aparte para su homenaje (y rearmonización) de Tema de Pototo y Muchacha ojos de papel. Puro disfrute".
Cierto. En realidad, su extraña manera de ¿tocar? ...mejor sería decir rozar la guitarra, en el umbral de lo audible, se integra a la totalidad de su poética: la canción desnuda, sin aditamentos. Al contrario: es tan sólida su edificación que cada vez que repite sus canciones trabaja en la sustracción, saca y saca elementos hasta cuando la canción pueda todavía seguir sosteniéndose. Saquemos este acorde, que quede el espacio entre el anterior y el posterior y en el silencio de todos modos va a hacerse oir el ausente. Lo que queda, tengo que usar la paradoja, es una fragilidad potente. Este extraordinario letrista encontró muy rápido su período clásico, poeta y narrador, nutrido en la tradición venerable de la canción rioplatense y montevideana. Amigo y discípulo de Eduardo Mateo, cultor de Zitarrosa, Yupanqui, Gardel, Spinetta... Protegido por los ángeles de la canción, relector de la milonga, narrador, versista y versero, mordaz y desgarrado, candoroso e irónico, sin miedo a la ternura. Sin miedo a la ternura: cuántas vidas y obras se arruinan por miedo a la ternura. Hay gente que quisiera tirarse al agua sin que siquiera se le moje el pantalón. La ternura viril de Cabrera se enseñorea en su violencia melódica. Hay muchos buenos músicos pero solo los grandes músicos llegan a las cimas de la melodía. Las melodías de Cabrera son afiladas, tienen algo de pendenciero que se suaviza en su decir y en su finísimo arte de la ejecución. Como decía hace un rato: cuando ejecuta, Cabrera quita y quita.
Su tema principal es la fragilidad viril. La fragilidad del hombre frente a la mujer: el miércoles en Vinilo dijo: la mujer, la madre, la patria. Sus cuantiosas canciones de amor son memorables, de lo mejor del repertorio en castellano. Dice en el show que ya le resulta difícil hacer canciones, porque hizo demasiadas y porque por momentos parece que las canciones ya estuvieran todas hechas. De nuevo la fragilidad: alguien que hizo tantas buenas canciones puede declarar la dificultad de hacerlas y sonar creíble e increíble.
En el show del miércoles hubo dos invitadas: Liliana Herrero compartió con Cabrera cuatro canciones y una intimidad de la que fuimos testigos privilegiados. Herrero hizo mucho por difundir a Cabrera en Buenos Aires y él hizo mucho por elevar la calidad del repertorio de ella. Es hermoso verlos juntos. Y después subió Sofía Viola y cantaron juntos Por ejemplo, clásico de clásicos de Cabrera y Mateo. Sofía estuvo, con gracia y frescura, a la altura de la circunstancia, lo que es mucho decir.
Así que no digo más nada.