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Primicia: lo nuevo de Perrone en exclusiva para La otra

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La tarde del jueves, cuando se cumplió exactamente un año de que fuimos a Ituzaingó con Martín Farina a ver Indio (que terminaría siendo el primer acto de la hoy célebre P3ND3JO5), Raúl Perrone quiso repetir la cábala y regalarnos otra primicia: su nueva película, FÁVULA.

A esta altura, desde que vi SEM y cada vez más, me pasa con el cine de Perrone la paradoja de la sorpresa: yo ya sé que en cada película me va a sorprender, razón por la cual voy esperando siempre algo nuevo, que de esa forma no me sorprende: me sorprendería el día en que tuviera la sensación de "más de lo mismo".

FÁVULA no es más de lo mismo de P3ND3JO5. Si hace un par de años la fórmula más breve para resumir el cine de Perrone era "las calles y las casas de Ituzaingó + la gente común de Ituzaingó en conversaciones cotidianas con sonido directo" (fórmula que describe a la perfección Las Pibas o Luján, por ejemplo), con P3ND3JO5 empezó por prescindir del registro oral directo para hacer un film casi mudo, donde las clásicas conversaciones perroneanas quedaban reducidas a unos pocos intertítulos; la banda sonora dejaba apenas dosis ínfimas de sonido ambiental, en medio de un enorme magma de electro-cumbia, ópera y loops de ruidos varios, tanta música como casi ni había en sus películas inmediatamente anteriores. Pero en P3ND3JO5 quedaban aún las calles, las casas y la gente (sobre todo los pendejos) de Ituzaingó, claro que filmados de un modo inaudito, que deslumbró a personas tan difíciles de deslumbrar como Edgardo Cozarinsky o Apichatpong Weerasethakul (convertido desde entonces a la religión perroneana, que se propone predicar en los festivales del mundo).

En FÁVULA Perrone no vacila en desprenderse del elemento infaltable desde sus orígenes: no están las calles de Ituzaingó y casi no se ve nada parecido a sus casas, porque la película está filmada en un estudio: es decir, un galpón de Ituzaingó que hace las veces de estudio cinematográfico. En ese interior recrea espacios enteramente imaginarios y oníricos, mediante los recursos de un ilusionista. Si hasta el Tríptico colorista su cine lindaba el documental, desde P3ND3JO5 y mucho más en FÁVULA Perrone desencadena el elemento alucinatorio que el rito del cine siempre tuvo, al mismo tiempo que reduce al mínimo posible el registro de lo real. Están, claro, las caras de los personajes. Que siguen siendo inequívocamente suburbanos. Pero esos rostros bonaerenses están insertos en planos montados con múltiples capas de imágenes superpuestas, fondos proyectados, sombras chinescas, fundidos encadenados que recuperan y extreman el concepto de "truca" cinematográfica, moviéndose en el oficio del ilusionismo que remite al cine que va desde el primitivo Melies hasta el vanguardista Jean Epstein, pero filmado en soporte digital. Perrone desarrolla de un modo exhaustivo el método del montaje dentro del cuadro hasta el punto en que casi no hay un solo plano en FÁVULA que no sea un collage de texturas visuales. 

La profundidad de campo está abolida, la renuncia a la sensación de tridimensionalidad del espacio real da lugar a una imagen bi-dimensional. La pantalla es un lienzo en el que se proyectan fantasmas aéreos o líquidos, como si el cine se inventara otra vez para nuestra mirada. Se trata de un gesto de resistencia, o más bien una recusación al cine ultra-tecnológico de la era del 3D. Si el mainstream quiere sacudirnos con las sensaciones cada vez más vívidas de un hiperrealismo simulado digitalmente, Perrone va en la dirección contraria: una imagen etérea, inasible, de fragilidad artesanal, en la que se nos invita a dejarnos hipnotizar por la fantasmagoría que vemos en lugar de imponernos una cadena de shocks invasivos. En vez del típico bombardeo sensitivo del cine actual, Perrone nos propone que nos entreguemos al poder de una ilusión que se muestra como tal, de la misma forma que los niños se entregan a la sugestión de la palabra que las fábulas invocan. El universo de FÁVULA nunca es visto en sus detalles sino solo entrevisto en el plano y completado en la imaginación del observador. Como pocas veces, el mirar se vuelve una operación creativa, en la que uno termina de armar el mundo que las imágenes precarias de FÁVULA sugieren. La doble proyección a pleno: del proyector a la pantalla y de la pantalla a la capacidad alucinatoria del espectador .

Lo que Perrone mantiene es el universo sonoro inaugurado en P3ND3JO5. Ese magma sonoro y musical es el punto de apoyo en el que se sostiene la ardua experimentación visual de sus dos más recientes obras. La banda sonora dispone ritmos y planos y la imagen parece entregarse a esa legalidad. Cada plano visual de FÁVULA es como un acorde de varias notas (figuras/fondos) superpuestas. 

Hipótesis: Si el Tríptico de la etapa colorista (Luján, Los actos cotidianos, Al final la vida sigue, igual + Las Pibas + SEM) era la apoteosis del Perrone pintor, desde P3ND3JO5 y aún más en FÁVULA el director parece haber entrado en un período en el que la imagen cinematográfica se concibe por analogía con la música.

Y hay mucho más para decir. Por ahora la cortamos acá. En julio de 2012 anticipamos en La otra que P3ND3JO5 iba a ser la película del año que viene -este-, y lo fue. Ahora avisamos que 2014 nos encontrará hablando de FÁVULA.

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