Platero, el corto de Marco Berger, entero
A la derecha, Mateo Chiarino, en un papel secundario anterior a su protagónico en Hawaii
Platero, el cortometraje que Marco Berger hizo después de Plan B y antes de Ausente, Tensión sexual y Hawaii, está basado en el cuento "Platero y yo" de Natalia Moret, incluído en En celo, la antología de relatos eróticos de jóvenes cuentistas argentinos. El original literario cuenta la historia de una chica que se excita espiando las fricciones eróticas de su hermana mayor con el novio, a quien le dicen "Platero" por sus dotación de burro:
"Mi hermana estaba en el jardín con su novio. Se la pasaban en el jardín, en la esquina o en la pieza, y se besaban babosa y largamente, todo el tiempo, calculo que porque no tendrían mucho de qué hablar. El novio se quedaba a comer todas las noches y en la mesa no decía una palabra. Era fletero en una pinturería. No se le caía ni una idea, pero era hermoso. Bruto, y hermoso. Martín le decía Platero, por lo burro. Cada vez que le decía así nos reíamos todos salvo mi hermana. Incluso el propio Burrito se reía, y cuando reía era más bruto y más hermoso, luminosamente ignorante, como si supiera y no, como si tuviera conciencia y no, como si alguien le susurrara secretos que ni siquiera le preocupaba entender".
En la adaptación cinematográfica, la hermanita se transforma en hermanito y así reencotramos a Marco explorando los límites de una sexualidad vivida como peligro inminente. Pero este peligro es más gozado que padecido; o quizá habría que decir: el padecimiento de los personajes, que se descubren deseando lo “incorrecto” es un ingrediente que potencia el deseo en lugar de inhibirlo (el chico que se calienta con el novio de su hermana en Platero; los amigos ya crecidos que terminan enamorándose en Plan B; el menor que seduce a su profesor de gimnasia en Ausente; los roces furtivos y las miradas deseantes de los adolescentes en El reloj y El primo, la historia de amor entre jóvenes de clases sociales diferentes en Hawaii) . Esto es muy raro en el cine argentino, donde el deseo de los personajes (y no me refiero sólo al homoerótico, sino al deseo en general) no se contagia a la mirada cinematográfica. Parece que a la mayoría de los directores argentinos no les gustara mirar. O les da vergüenza Y ese gusto es la especificidad del cine de Marco Berger. El asunto es que Berger sabe asociar como pocos cineastas estos dos regímenes: el de los deseos riesgosos y el de los recursos cinematográficos: montaje, encuadre, un tempo preciso y actuaciones impecables. Los 15 minutos de Platero lo muestran en gran forma, manejándose en una clave de comicidad desfachatada que no había intentado en sus películas anteriores.
Todo trascurre en una jornada de calor ardiente, de pileta de natación, mallas mojadas y fricciones corporales, en un ámbito familiar, en la cercanía de padres y amigos, un espacio al que a Marco le divierte saturar de tensión erótica. Hace un par de años yo ya lo había comentado. Ahora los y las invito a verlo: