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Noé... no é

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por Eduardo Chinaski.

Enter the void ("Entrar al vacío"), 2009. Dirección de Gaspar Noé. Con Nathaniel Brown y Paz de La Huerta.

El último film de Noé (Irreversible, Solo contra todos) se centra en Oscar, un joven traficante de drogas en Tokio que muere de un disparo en el baño de un boliche y regresa como un fantasma para velar por su hermana Linda. La cámara sigue a Oscar por detrás de su cabeza durante las escenas en las que él está vivo, como una suerte de testigo, para convertirse luego de la muerte del protagonista, en una subjetiva que dura los agotadores 160 minutos de la película.

Vistas las películas anteriores de Noé, y entendiendo que Enter the void opera como una summa de toda su obra, se puede intentar aquí articular un par de conceptos sobre su cine.

1) El cine -para Noé- es proeza técnica. Y nada más.
En Enter the void es más claro que en sus anteriores filmes: el hecho de que casi toda la película sea en cámara subjetiva -un tour de force técnico que resulta artificial, forzado y obliga al espectador a seguir el derrotero del punto de vista-, cansa al espectador y termina produciendo aburrimiento; parece que el autor en el fondo no creyera en el poder del cine mismo para contar una historia o para investigar los límites de lo desconocido. Noé se aleja del cine y se acerca a la publicidad.

2) El cine (y el arte en general) -para Noé- es escándalo.
En todas las entrevistas que le hacen, Noé repite una y otra vez que a él le gusta irritar, provocar. O sea, se define como un provocador profesional. Sobre todo, él  ama epáter le burgeois. Es por de más sabido que cuando un artista no tiene nada para decir (o es sencillamente un mediocre) busca shockear. De esta forma, se puede decir que Noé es una suerte de –como lo definió alguien- un Pomelo del cine (el "rocker" interpretado por Capusotto), alguien que se atiene a las formas de una provocación que encubre un gran vacío y se cierra sobre sí misma. Desde este postulado, se comprende la intención pornográfica de su cine: mostrar violaciones, fetos de aborto, palizas a embarazadas. No hay nada que no deba ser mostrado. El cine -para Noé- es el arte de la explicación redundante, del subrayado grueso.

3) El cine es póster.
Durante todo el metraje de Enter the void vemos una sucesión de pósters de colores chillones (no olvidar que la acción transcurre en Tokio, lo que nos lleva al lugar híper trillado Tokio = luces y colores chillones, que en el film de Noé terminan resultando una patética imitación de Lluvia Negra de Ridley Scott en clave berreta). Pósters estáticos en su mayoría, con pretensión de viaje lisérgico. Esa concepción anti cinematográfica hace de la película un relleno de ideas simples, estereotipos y clichés. Cine sin cine, soporífero, asfixiante, como un engendro que respira sin tener vida.

4) Los espectadores son idiotas, siempre.
De acuerdo a este cuarto postulado, todo en el cine debe ser anticipado. Y subrayado una y otra vez, hasta el cansancio. En el caso particular de Enter the void, los amigos le dicen al protagonista: “he leído que cuando uno muere, el alma se separa del cuerpo y ve todo lo que hacen los vivos, ¿puedes creerlo?”. Esta frase estúpida será repetida al menos cinco veces durante los primeros 15 minutos, hasta que Oscar muere. ¿Y qué pasa cuando muere?... ¡El alma se separa del cuerpo y empieza a ver todo lo que hacen los vivos! Increíble tanta chapucería. Noé subestima la inteligencia del espectador.

5) El cine está para hablar de los Grandes Temas.
En los trabajos de Noé se deja claro que él no está para pavadas; lo suyo son los Temas Profundos. Esa pretenciosidad lo acerca a otro gran farsante: Lars von Trier, cuyas pseudopelículas tambié
n tratan de personajes sufridos, temas escatológicos. Intelectualidad de cotillón.

El final, con un burdo homenaje a 2001:Odisea del espacio es sencillamente patético. Ah, iba a decir que la secuencia de créditos es linda y efervescente, pero la verdad es que se la robó a Godard. Qué cosa. En fin, por todo lo anteriormente expuesto, queda más que claro que Noé representa el anti-cine. Cuidado. Promete seguir rodando.

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