La apuesta de la derecha en estos últimos meses: un buen resultado de Massa el domingo provocaría una estampida del peronismo a auxiliar al ganador peeero... el problema con el efecto estampida es que para prosperar necesita otras condiciones además de un buen resultado electoral (si lo hubiera).
En 2009 De Narváez le ganó a Néstor, Scioli, Massa juntos y a varios más. El efecto estampida, como es notorio, no se produjo. OK, 2009 no es 2013, Néstor murió y Cristina no está habilitada para una nueva reelección. El peronismo y el kirchnerismo están ahora en un nuevo escenario (el kirchnerismo y el peronismo ya han estado muchas veces en nuevos escenarios).
De todos modos, lo que quiero discutir ahora es la aplicación automática del "efecto estampida" en cualquier contexto. Veamos: De Narváez, el ex-favorito, el vencedor de Néstor, Scioli y Massa en 2009, camina hacia una derrota dura. Lección también para Massa y para nuevos favoritos que sobrevengan: el colombiano supo ser el alikate con el que la derecha le cortó las uñas a Néstor y ahora el alikate está siendo apretado por esos mismos sectores que lo encaramaron, quieren que se baje y le habilite su porcentaje de votos a Massa. Si el colorado se baja, es el fin de su opaca carrera. Los candidatos del partido clarinista (como solía llamarlo mi amigo Lucas Carrasco) tienen obsolescencia programada. El peronismo hizo bien en no correr a auxiliar a aquel triunfador: su asombroso triunfo de 2009 se esfumó en pocos meses.
Si el peronismo perdura (en esto se parece, en pequeña escala, a la iglesia católica), es porque no es fácil capturarlo en un esquema lineal. No repite automáticamente una misma reacción en contextos distintos. No basta un determinado resultado electoral (que el FPV pierda en la provincia de Buenos Aires, como pasó en 2009) para que la estampida se produzca. Tienen que darse además otras condiciones.
La condición necesaria para que se produzca el efecto estampida es un líder emergente, como lo fueron en su momento Menem o Kirchner. ¿Massa lo es?
Según creo, Massa no es un líder emergente: tiene graves problemas políticos que se evidencian ni bien se expone. Concentró gran expectativa en la previa. Durante semanas todos estaban esperando una movida suya y él callaba. Su silencio se poblaba de significados, a piacere del comprador. Era lo Nuevo. Era distinto a tanto opositor desgastado en las noches de TN. Para unos era el que iba a desbordar al kirchnerismo con audacia. Pero ¿qué audacia? ¿Iba a llevar a fondo las transformaciones en las que el kirchnerismo se quedó en relato? ¿Iba a volver al peronismo? ¿Iba a suplantar un escenario de confrontación por otro de concordia, diálogo, permeabilidad, debate? El massismo estaba en esa etapa como desesperado por exceso de posibilidad.
Exceso de posibilidad y ausencia de realidad. Porque llega el instante en que te tenés que definir. Y a Massa le llegó, en cierta forma, cuando dio a conocer su lista de candidatos: Gianola, Tundis... Cualunquismo 2.0. ¿Y para eso te operaste la cara? ¿Y los compañeros, que se enojaban con Néstor y Cristina por no sentirse conformes con los lugares de las listas, se bancan tener a Mirta Tundis adelante? Cuando las celebridades massistas empezaron a hablar, hubo que hacerlas callar. ¿No habría sido mejor poner a otros candidatos a los que pudiera acercárseles un micrófono? ¿Tantos meses en debate para alumbrar esto?
Massa ganaba con la boca cerrada. Pero incluso en escenarios propicios desnudó sus falencias. En CQC, de canal 13, le tiraron un centro para que haga gol de cabeza. Después de jactarse de su raigambre peronista, le dicen una frase de Perón que figura en todas las trivias de internet para que adivine quién la dijo: "Yo he visto malos que se han vuelto buenos, pero no he visto jamás un bruto volverse inteligente". Massa atribuyó la frase a Lilita Carrió. El furcio es un episodio menor, pero en su brevedad condensa una verdad inocultable: la formación peronista de la que se jacta es una impostura. Massa, de origen ucedeísta, tiene problemas para trasmitir alguna afinidad con ese movimiento. Su justificación, después de la patinada, es penosa: "yo en esa época no había nacido".
Después, el sainete con el PRO. ¿Hay alianza Massa PRO? Un pacto vergonzante, recordado a cada rato por algún macrista y desmentido a desgano por los voceros oficiales massistas, como Giustozzi. El ingeniero Sbariggi nos señala que no pasa día sin que un macrista opere a Massa. La modalidad de comunicación de esta alianza ya no puede ser el silencio ambiguo, porque al mismo tiempo alguien la afirma, alguien la niega y el propio Massa la deja en suspenso.
Salir del closet le cuesta bastante al intendente de Tigre, porque el plan inicial era mostrarse buena onda, nestorista, peronista, progresista, futurista... y sus notorias alianzas de derecha dura le van limando todas esas apariencias. Las figuras que apuntalan su armado están preñadas de pasado: Barrionuevo, Camaño, Cariglino, Alberto Fernández, Juanjo Alvarez, Chiche Duhalde, Ezequiel Meler...
Un esquema similar al que aplican a confirmar, negar y dejar en suspenso su alianza con el PRO les sirvió estos últimos días para salir del paso sobre el supuesto robo que habría sufrido la casa del intendente a manos de alguien que ha sido muy cercano a él desde hace varios años. La familia en pleno: Malena Galmarini (la mujer de Massa), la duhaldista Marcela Durrieu (su suegra) y él mismo salieron a comunicar este confuso episodio de todos los modos posibles: fue un hecho de inseguridad, fue una intimidación del gobierno, la culpa es de Verbitsky que lo dio a conocer, no conocen al ladrón, conocen al ladrón, es el amante de la empleada doméstica, echaron a la empleada doméstica, no la echaron, etc. No es lo mismo el silencio del principio que este ruido.
Con este confuso episodio (no se sabe si Massa guardaba la "denuncia" del "robo" de hace dos semanas para el momento en que se iniciara la veda electoral y Verbitsky se adelantó publicándolo el domingo en Página), Massa se puso aún más nervioso y la sonrisa inicial terminó desdibujándosele. Así agredió con una fea frase y un gesto agrio a un periodista que le preguntó por el episodio. Ya no maneja los tiempos del marketing.
Debo reconocer que lo creía más astuto y mi impresión se debía a que lo había escuchado hablar poco. Ahora me parece que, incluso en un escenario de derrota kirchnerista, el traje de líder político le queda muy grande. Forma parte de un armado que depende en parte del PRO y en parte de Barrionuevo, ni siquiera puede afirmarse que conduzca a la liga de intendentes que hoy están con él; mucho menos que los caudillos provinciales pudieran saltar la tranquera para "dejarse conducir". El efecto estampida parece poco probable. Incluso ante la hipótesis más optimista para él, la de un resultado parecido a 2009, Massa está más cerca de ser un futuro De Narváez que de ser un futuro Néstor.