(Gustavo Fontán, Argentina, 2014)
Este domingo a medianoche viene Gustavo Fontán a La otra.-radio. FM La Tribu. 88,7. www.fmlatribu.com
Fontán tiene una obra considerable y parece regirse exclusivamente por una necesidad de poetizar las posibilidades del cine y su relación con el mundo. Un título que sintetizara su filmografía podría ser Construir, habitar, pensar. "Poéticamente habita el hombre...", como un poema de Holderlin o un ensayo de Heidegger. Pero con una forma y una materia específicamente cinematográficas. Descubrir el hilo que une todas sus películas (entre las que se cuentan la notable trilogía de la casa: El árbol, Elegía de abril y La casa; y esa joya secreta que es La orilla que se abisma, líbremente inspirada en la poesía de Juan L. Ortiz) requiere un espacio más extenso que un post como este, pero es evidente que Fontán usa su cine para desvelar una experiencia del habitar que solo el cine puede darnos.
Lo familiar se vuelve extraño. La manera en que Fontán potencia la función del sonido, en una tensión muy fuerte con la imagen, le permite a su cine señalar hacia lo invisible. La cualidad hipnótica de sus películas no reside en una belleza autónoma de la imagen, sino en su poder alusivo. El rostro, significativamente, no es una película de primeros planos. En cambio, vemos el río, el cielo, la tierra, los árboles y solo en medio de ellos los cuerpos humanos y en ellos los rostros de visión fugaz.
El paso por las distintas texturas fílmicas, la inserción sutil de material de archivo en medio de las imágenes "nuevas", la persistente sensación de que lo que organiza el cuadro es una mirada corporal que comparte el espacio con los personajes y habita con ellos el paisaje, todo habla de un concepto del cine como extensión de la experiencia del mundo.
Hay cineastas que en la era de la desaparición del fílmico encontraron un camino posible para el cine, que no rompe con su pasado ni se niega al futuro posible. Fontán es uno de ellos. Para él, como para Perrone o para Raya Martin, no parece plantearse un dilema entre aferrarse al fílmico u olvidarse de él y entregarse al digital. El cine puede aceptar las posibilidades tecnológicas actuales, no para celebrarlas ni para sepultar el pasado, sino para abrirlas: es decir, hacerlas ver y hacernos ver con ellas. Fontán podría agregar: señalar hacia lo que incluso para las nuevas tecnologías, o a partir de ellas, permanece invisible.
Se trata de filmar el aire, la brisa, el hálito, la vacilación, la danza del grano de la imagen y las ausencias que dejan huellas en el plano.
Fontán hace un cine de fantasmas que no da miedo.
El rostro se eXhibe este domingo y los restantes domingos de julio a las 18:00 en el MALBA.
Simultáneamente, los jueves a las 19:00 se va a proyectar en la misma sala la triología formada por El árbol (2006), Elegía de abril (2010) y La casa (2012). Más información acá.