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America First

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por Lidia Ferrari

Mucha simbología nórdica en el asalto al Capitolio. Jóvenes disfrazados de personajes de leyendas celtas o vikingas, con cuernos y pieles, quieren mostrarnos la supremacía del Norte del mundo (también los usa la Lega Nord de Italia y la ultraderecha europea). Estos personajes y sus símbolos de Poder no movieron a risa porque era el Capitolio de verdad. La brújula de esta gente subdotada es el Norte, un Norte legendario y poderoso, lleno de odio contra el Sur de la latinidad, la pobreza, la gente de color, de África y Sudamérica, etc. Los tatuajes y disfraces para defender a su Patria, el país más poderoso de la tierra, sin embargo, lejos de representar su poderío, los mostró con ese candor de la violencia de carnaval. Si los Estados Unidos de América, con la escena hollywoodiana que mostró ayer en el Capitolio, pretendiera sostener su “America First”, lo que dio al mundo es la imagen de su decadencia imperial. Estos chicos que entraron al Capitolio como por su casa, que se hicieron selfies con policías, mostraron que la ultraderecha usufructúa de la debilidad mental que la misma maquinaria neoliberal crea, en estos muchachos que de niños jugaban a ser Odin o Batman. No desestimaría el desastre que es para el mundo la existencia de esta infantilización de emblemas de poder (no hablo de los niños, sino de la infantilización que crean los adultos). Hacen el mismo efecto que un niño disfrazado de Odin y rugiendo como un león. Claro, estos pueden portar armas. La política y el Poder se mueven entre narraciones legendarias y cuentos infantiles sosteniendo a poderosos de diversa laya que han inundado todo de mercancías inútiles y videojuegos. Ayer, por un rato, el videojuego salió de la pantalla y algunos de sus héroes se arrimaron al centro de la política estadounidense. Hoy volverán al videojuego online.

Postdata 1: No se debe interpretar que subestimo la tragedia de estas escenas. La ficción, relatos y simbología construyen realidad. Que sea trágica su consecuencia no impide que pueda ser farsesco su sostén.

Postdata 2: Dicen que el activista de la foto está disfrazado de guerrero Sioux. Su atuendo es muy similar al de héroes vikingos, guerreros germánicos. Sus atuendos se ven en marchas de las derechas europeas. El famoso Sioux nórdico que asaltó el Capitolio usa tatuajes de simbología vikinga, como el Valknut tatuado en su pecho. Mi análisis no cambia si se trata de cuernos sioux o vikingos. Se trata de supremacistas blancos.



por Oscar Cuervo

Estamos asistiendo a una época sorprendente: el desarrollo del poder capitalista se muestra ya abiertamente disociado de la noción de civilización. El Capitolio lleno de idiotas violentos reúne el símbolo del poder máximo (aunque ya no esté allí) y la máxima torpeza. Hay que dar por terminado el mito positivista que en la posguerra del siglo xx nos hizo creer que el avance de la tecnología y la ciencia llevaba a una vida más civilizada, ordenada, racional y adulta. Los 60 parecieron una promesa de un mundo donde se realizaban los proyectos de la modernidad. Pero desde el 80 empezó la contraofensiva conservadora y hoy impera la barbarie incluso simbólica aún en los lugares que se presentaban como emblemas del orden y el progreso (comparemos la iconografía de la familia Kennedy que se difundía en aquella época con este grotesco al que asistimos hoy). Claro, el asesinato impune de Kennedy podría habernos avisado que esa imagen era solo una fachada. Pero incluso desde la izquierda creímos que la sociedad liberal algún avance traía. En la cultura, la infantilización del capitalismo empezó en los 70 con el imperio de Spielberg y Lucas, Star Wars y cambiamos a los Beatles y Hendrix por Madonna y Michael Jackson, a El Padrino por ET, Indiana Jones y Spiderman. Yo registraba ese retroceso cultural pero no creía (o no supe ver claramente) lo que ahora es evidente. La operación de infantilización tiene que haber sido deliberada cuando empezó el neoconservadurismo, después del fracaso yanqui en Vietnam, con la llegada de Reagan y Thatcher. Ahora advierto que no debe ser una simple coincidencia sino un proyecto deliberado. La escena de ayer se preparó durante 40 años. Se construyó el sujeto social de la neobarbarie que ayer vimos llegar al centro simbólico del mundo.





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