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Cancelan a Trump: ¿da para preocuparse?

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 LA CANCELACIÓN DE LAS CUENTAS DE TWITTER Y FACEBOOK DE TRUMP Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

por Oscar Cuervo

Algunos con sincero apego a los valores democráticos se sienten preocupados porque la cancelación de Trump en las mal llamadas redes sociales (podríamos llamarlas redes virtuales) limita la libertad de expresión, que queda exclusivamente en manos de los empresarios que manejan estas plataformas (tomen como ejemplo de esta preocupación el editorial de Roberto Navarro inlcuído al final o la nota de Ernesto Semán en el DiarioAR). A mí no me preocupa: me preocuparía si creyera que sin haber censurado a Trump había libertad de expresión. Pero tenemos suficiente experiencia de que se suspenden o cancelan nuestras propias cuentas en las redes de manera arbitraria y sin oportunidad de defendernos. ¿Por qué me debería preocupar que Trump no pueda tuitear? Para él es un problema porque se construyó desde las redes sociales. De lo que se infiere que las redes pueden hacer a alguien notorio hasta el punto de hacerlo ganar la presidencia de USA. Es decir: Trump sabía manejar twitter y facebook cuando estas plataformas se lo permitían. Pero a Trump le permitían propagar un discurso de odio que a mí me hubieran cancelado. El problema es que ser notorio, incluso hasta ganar una elección en USA, no es lo mismo que ser un líder político, para lo que hacen falta algunos atributos más. Incluso se puede ser líder político sin twitter o facebook. Es decir, por un lado esta cancelación muestra lo que ya sabíamos: que las plataformas tienen un gran poder. Pero además revela que ese poder no sustituye al liderazgo político clásico. Si a Trump lo privás de ese recurso, su posibilidad política se desarticula. De lo cual se desprende que a las redes se les cede el poder que ellas después te pueden quitar. Por lo tanto, un auténtico líder político debe saber que las redes no pueden ser el centro de su conducción. Tampoco los medios. A macri no lo pudieron sostener ni siquiera los medios. A Cristina no la pudieron cancelar ni siquiera los medios. Es decir: lo que está en juego acá no es la libertad de expresión. Porque la posibilidad de que Trump escribiera barbaridades no significa que en esta era reina la libertad de expresión. Con la cancelación de las cuentas de Donald Trump nosotros no hemos perdido nada que tuviéramos antes.

El episodio que ocurrió esta semana que licuó el resto de poder de Trump no ocurrió en las redes sino en el territorio del Capitolio. Las redes muestran poder para generar una entropía social, es decir, un poder de daño, pero nunca mostraron capacidad para articular un movimiento político: esa pelea se sigue dando en el territorio.

¿Es que podemos suponer que en algún momento de las últimas décadas reinó la libertad de expresión que perdimos esta semana cuando le cancelaron la cuenta a Trump en twitter? No se puede perder lo que nunca se tuvo. Trump fue el fascista permitido por las grandes corporaciones hasta que dejó de ser funcional a ellas. Pero las corporaciones existían antes que él. Nunca un presidente de los EEUU pudo haber sido identificado con el poder real. La diferencia es que cuando las corporaciones quisieron liberarse de un presidente le pegaban tres tiros. Hoy le cancelan la cuenta.

Sí puedo admitir la pesadumbre de los ávidos de novedades que ya en los 80 celebraban la revolución informática como el advenimiento de una sociedad de la transparencia. Ya en los 80 había motivos para cuestionar ese optimismo. Los que descubren la opacidad de la revolución informática llegan con 40 años de retraso.


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