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El aluvión

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La semana que viene sale el número 27 de revista La otra y aquí Martín Farina nos deja unas notas escritas luego de editar una extensa entrevista a Raúl Perrone que aparece en este número


por Martín Farina

Voy a escribir ahora estas pequeñas ideas, luego de haber terminado de pasar a texto las casi 4 horas de entrevistas con Raúl Perrone, que compartí con varios de mis compañeros de La otra, radio, revista y blog. Es un capitulo especial en el año de La otra, porque abre una camino inusitado entre el sentido de la reflexión crítica sobre el quehacer del cine y la búsqueda íntima de las imágenes de un director. 

Perrone piensa que no hay muchas personas que vean cine. Le interesa especialmente lo que se pueda escribir sobre sus películas. Exige respeto, paciencia y dedicación obsesiva. Lo mismo que hace él con su trabajo.

Perrone no es un cineasta, trabaja haciendo películas. Trabaja, como un empleado o un escultor. Pero fundamentalmente trabaja, con imágenes y sonidos. Todo lo que se pueda pensar sobre la forma de llegar a hacer una película queda reducido a la esfera de la persona, del individuo solo frente al mundo. Incomprensible, lejano e ingobernable. Sujeto a su mirada. Esclavo de su mirada. El cine se vuelve aquí el elemento de mediación necesaria entre el individuo arrojado y el mundo inexistente. 

Tengo la idea de que Perrone eligió, tal vez inconsciente, una forma precisa de continuar con su trabajo: salir a la caza del público. Esculpir un espectador posible, dentro de la medida de la elección de sus actores. Unos pocos, solitarios e inclasificables. Los que no saben qué son o qué hacen. 

- ¿Creés que esta es tu película más radical? 
- No, la próxima. 

Y qué significa ser radical. Perrone vuelve al origen. El cine, a diferencia de otras artes más antiguas, tiene una fecha de nacimiento que no podemos olvidar. La justificación necesaria para recorrer agónicamente nuestra propia vida certeros de que no estamos satisfechos, de que no hemos visto todo todavía. Mañana es mejor. 

Es estúpido pensar que porque hay en nosotros la medida de la razón natural somos todos filósofos. Es igual de inútil creer que porque cualquiera tenga hoy una cámara en su mano es un potencial cineasta. Perrone sigue siendo el gran desmitificador, porque hace con sus películas un juego de placer, a partir de sus piezas más elementales. Y cuanto más elemental, tanto más revelador. Porque no renuncia a todo con nada. Perrone va por todo. 

Este proyecto, el último hasta ayer, se llama Pendejos y tiene forma de película de dos horas treinta, que más bien podría ser una experiencia primal. Un homenaje al cine por Perrone. Verdaderamente el cine a la medida de sus zapatos. Yo pienso que la clave está en que Perrone no sabe cómo lo hace. Verdaderamente no sabe. No sabe y por eso no especula con tal o cuál posibilidad del mundo exterior a su universo. El montaje propiamente fue un accidente inesperado y habría que pensar que elementos son los que usamos para juzgar una cosa como buena y otra como no. Prefiero estar ahí, más cerca de los niños.

Pendejos es una experiencia original, en un sentido cosmológico. Es la experiencia de un origen. Como tal, una mezcla de racionalidad y mitología. Pensamiento y creatividad al servicio de la imaginación y el juego de las luces y las sombras. El lenguaje de la creación no se sirve de postulados teóricos explícitos, sino que explícita el amor por ciertos postulados y los hace navegar por aguas desconocidas, hambrientas de descubrimiento y goce. Perrone se enamora de sus personajes, los cuida, les presta atención. Los conoce. Lo hace hablar, cómo un niño que juega con sus viejos juguetes que adora. Ya no son lo que eran, porque en realidad nada eran. Las cosas son lo que uno quiere, y Perrone sabe lo que quiere. Esa es la diferencia de su razón natural. 

Estos Pendejos son tres actos de casi cincuenta minutos cada uno, a través de los cuáles Perrone dibuja un universo interior y mudo. Moderno y arcaico. Universal y propio. Repleto de música intervenida, carente de palabras dialogadas. Perrone nos invita a una experiencia de cine hipnótico y envolvente, que abre las puertas de la posibilidad de volver a ser un niño y verlo todo por primera vez. Pero ahora como un inmigrante ilegal en primer plano. Ausente de sí mismo, y listo para la mayor aventura: encontrar un espacio de vida lejos de la tierra natal.

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